
Por Álvaro Vargas Llosa
La Tercera
Las elecciones legislativas de hoy en Argentina son, desde cierto punto de vista, más importantes que las que llevaron a Mauricio Macri al poder en 2015. Porque, a menos que la súbita aparición, hace cuatro días, del cadáver de Santiago Maldonado, un joven activista que había desaparecido en raras circunstancias en la zona mapuche del país, modifique el comportamiento de muchos electores, todo indica que el gobierno obtendrá una sólida victoria. La tendencia apunta a una derrota definitiva del kirchnerismo y el inicio de una recomposición total del poder en el propio peronismo.
En otras palabras, estas elecciones podrían ser un parteaguas en la historia reciente de ese fascinante, desconcertante país. Las elecciones de 2015, ganadas por Macri por un pelo, supusieron un cambio de gobierno, de orientación y del clima imperante, lo cual no es poca cosa. Pero mientras no se produjera un punto de inflexión definitivo como el que puede suceder hoy, el cambio de modelo y la remodelación de las estructuras del país no eran del todo posibles. Y, en cualquier caso, el riesgo de retroceso iba a seguir allí. Ahora, si los electores transforman el mapa electoral, Macri tendrá vía libre para acometer las reformas que aguardan impacientemente a su ejecutor y se abrirá la perspectiva de una revalidación en las presidenciales de 2019.