Por Álvaro Vargas Llosa
Hay dos versiones sobre por qué la oposición venezolana, que según las encuestas debía obtener unas 17 gobernaciones de un total de 23, bajo un régimen repudiado por el 80% de los ciudadanos y en un país donde el 95% asegura que las cosas van muy mal, ha sido rotundamente derrotada por el chavismo en las elecciones regionales. Elecciones, por cierto, que se presentaban más como plebiscitarias que como estrictamente regionales.
Una tesis dice que el gobierno cometió un fraude monumental: las elecciones estuvieron organizadas por un Consejo Nacional Electoral que es un órgano de la dictadura y está bajo supervisión de una Asamblea Nacional Constituyente sin reconocimiento internacional; el gobierno impidió que la oposición tuviera testigos en innumerables centros de votación; los locales donde la gente debía votar fueron trasladados a último momento a lugares que son bastiones del chavismo; el aparato de intimidación funcionó con la rotundidad acostumbrada bajo el paraguas del “Plan República” y el gasto del Estado para comprar votos fue, como siempre, cuantioso.
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