Por Mario Vargas Llosa
El País Madrid
El presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, se salvó de milagro el 21 de diciembre de ser destituido por “permanente incapacidad moral” por un Congreso donde una mayoría fujimorista le había tumbado ya cinco ministros y tenía paralizado a su Gobierno.
La acusación se basaba en unas confesiones de Odebrecht, en Brasil, afirmando que en los años en que Kuczynski fue ministro de Economía y primer ministro, la empresa brasileña había pagado a una compañía suya la suma de 782.207,28 dólares. A la hora de la votación, se dividieron los parlamentarios del APRA, de Acción Popular, de la izquierda y —oh, sorpresa— los propios fujimoristas, 10 de los cuales, encabezados por Kenji, el hijo de Fujimori, se abstuvieron. Los que respaldaron la moción se quedaron ocho votos por debajo de los 87 que hacían falta para echar al presidente.
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