Por Javier Milei
El déficit de cuenta corriente para 2017 superaría el 4% del PIB y en el presente año estaría presto a superar el 5%. En la literatura sobre indicadores tempranos de crisis señala que dicho desequilibrio externo es una señal de peligro, a lo que si le sumamos el desequilibrio fiscal consolidado en torno al 10% del PIB (imputando intereses pagados por el BCRA por esterilizar pesos emitidos contra dólares de deuda) en un contexto de suba de tasas en Estados Unidos debería ser claro que estamos en una posición de muy alta vulnerabilidad cuyo única muralla para evitar un ajuste drástico en la cuenta corriente en caso de un sudden stop, es el nivel de reservas del BCRA (u$s 63.100 millones).
Ante este contexto, donde las importaciones suben al 20% y las exportaciones permanecen estancadas, el Gobierno detectó un problema de competitividad y en función de ello es que presiona al BCRA para que baje la tasa de interés y éste haga aún más laxa su política monetaria (el año pasado la cantidad de dinero creció al 27%) y así provocar una devaluación que mejore las cuentas externas. Sin embargo, para que una devaluación resulte exitosa debería evitarse que la misma se pase a precios.
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