Por Álvaro Vargas Llosa
El Presidente Michel Temer ha tomado la decisión de militarizar la seguridad de Río de Janeiro, entregando al ejército el control de los servicios de mantenimiento del orden público. No es la primera vez que, ante la violencia del crimen organizado, los militares se involucran en tareas de seguridad en Río, pero antes lo habían hecho para atender hechos puntuales y asistir a la policía local, mientras que ahora se les ha otorgado un mandato integral para actuar.
La violencia de Río no es un invento: es de las peores, aunque no la peor, de Brasil. Alrededor de seis mil personas son asesinadas al año y eso incluye casi mil policías. Las principales víctimas no son criminales, fuerzas del orden o turistas, sino los pobres de las favelas. Los grupos criminales, aunque tienen relación con otras actividades, extraen su poder económico y capacidad de fuego del narcotráfico.
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