Por Alberto Benegas Lynch (h)
Es un poco desgastante repetir conceptos pero dado el deseo ferviente de quien esto escribe y de tantas otras personas de que el actual gobierno tenga éxito en su gestión que no parece que haya otro remedio que insistir en lo dicho. El despeñadero está del otro lado con un estatismo rampante que en nuestro país y en todas partes ha tenido idénticos resultados calamitosos.
Desde el primer momento en que esta administración se hizo cargo hemos consignado en este medio y en otros que lo relevante no son las explicaciones ni las buenas intenciones sino los resultados.
Lo primero es un buen diagnóstico de los problemas graves que nos aquejan. No podemos seguir pensando que es posible que unos vivan a costa de otros por la fuerza. No podemos seguir pensando que es posible gastar más de lo que entra. No podemos seguir pensando vivir de prestado y consecuentemente que el endeudamiento estatal interno y externo puede sostenerse. Y, sobre todo, no podemos seguir pensando que el Leviatán debe succionar funciones incompatibles con un sistema republicano.
Digamos una vez más que la creación de nuevos ministerios fue un pésimo comienzo junto con la intención de influir en la Justicia y nombrar miembros de la Corte por decreto, lo cual afortunadamente fue en su momento denunciado por una integrante de la coalición denominada provisoriamente Cambiemos.
De todos modos es aconsejable que esa valiosa integrante se mantenga en defender las instituciones republicanas y no incursione en economía donde su papel, con los mejores propósitos, deja muchísimo que desear.
Digamos una vez más que no se trata de podar gastos que, igual que con la jardinería, crecen con más vigor. No se trata tampoco de desear que el crecimiento disimule la ratio gasto-producto, como queda dicho, se trata de eliminar funciones que el aparato estatal ha usurpado del sector privado. Por último, no se trata de hacer más eficiente el gasto público puesto que cuando algo es inconveniente si es eficiente resulta mucho peor.
Desde hace setenta años los argentinos sufrimos ajustes inmisericordes que impone el estatismo al arrancar sistemáticamente el fruto del trabajo ajeno. Los barquinazos en la plaza local son una luz de alarma que debe hacer reaccionar al gobierno, salir del marasmo y tomar el toro por las astas aunque duela porque mucho mayor es el dolor de continuar por esta senda.
Se ha sugerido un ministro de economía, pero como su nombre lo indica, el ministerio de economía es para controlar la economía. Entiendo que la intención es en realidad que desde un cargo se coordinen las políticas del área sin necesidad de que se haga desde la presidencia, lo cual comparto.
Sin embargo, para evitar desenlaces dañinos de superministros y zares de la economía, sugiero algo más modesto: secretaria del tesoro al efecto de llevar a cabo aquellas coordinaciones y eliminar el rango de ministros tal como ocurre en otros países civilizados.