Por Alberto Benegas Lynch (h)
Lo conocí a Tibor (1939-2016) en un seminario patrocinado por Liberty Fund en San Pablo, luego impartimos juntos clase en la Universidad de Aix-en-Provence propuestos por el hoy tan celebrado Jacques Garello y finalmente lo invité a pronunciar conferencias en Buenos Aires cuando me desempeñaba como rector de ESEADE.
Muy buen orador, fogoso polemista y gran conversador, provisto de un excelente sentido del humor. Sus libros y ensayos son innumerables pero en esta nota periodística me referiré a lo que estimo son las mejores contribuciones de las múltiples que poseo en mi biblioteca, que no son ni remotamente todas sus producciones.
En primero lugar su libro titulado Generosity. Virtue in Civil Society que abre de este modo: “La generosidad es una virtud moral que no puede florecer en un Estado Benefactor ni en ninguna otra situación de economía planificada porque ser generoso implica que voluntariamente se ayuda a otros de diferentes maneras. Solo puede florecer en una sociedad libre” y a continuación apunta que “Los actos generosos requieren el derecho de propiedad” puesto que debe entregarse lo suyo y no a la fuerza lo de los demás. Escribe Machan que “muchos son los que alardean de generosidad, compasión, bondad y caridad pero resisten el establecimiento del derecho de propiedad” y más bien pretenden solidaridad con el fruto del trabajo ajeno arrancado compulsivamente. Gran hipocresía por cierto, un latrocinio disfrazado de filantropía.
En otra parte de esta obra, el autor sostiene que hay una diferencia abismal entre generosidad y altruismo que según el diccionario es hacer el bien a otros a costa del propio bien, lo cual es un contrasentido puesto que cuando se hace el bien al prójimo es precisamente y exclusivamente porque está en interés del sujeto actuante en verdad una tautología puesto que si no está en interés de quien procede de ese modo ¿en interés de quien será? En este sentido, estaba en interés de la Madre Teresa de Calcuta el cuidado de los leprosos y así sucesivamente.
En este contexto Tibor aclara que a su juicio el interés personal tiene dos significados, uno amplio que abarca todas las acciones sean estas correctas o malvadas y otra acepción que se circunscribe a las primeras, es decir, a las que le hacen bien a quien las lleva a cabo. Consigna que “el autobeneficio proviene de ser una persona moralmente buena”, esto es, como queda dicho, los actos buenos hacen bien a quines las llevan a cabo en el sentido que actualizan sus potencialidades en busca del bien.
También el autor se refiere en este libro con algún detenimiento al precepto bíblico de “amar al prójimo como a ti mismo” donde concluye por otra vía lo que a continuación presento a título personal. El adverbio conjuntivo “como” puede traducirse en que sea mayor, menor o igual. Si fuera igual la persona sería indiferente lo cual paralizaría la acción (hasta que haya preferencia), si fuera mayor el beneficio del otro no tendría razón de ser el acto puesto quedaría amputado el motivo, la razón o la necesaria prioridad ya que solo opera si la satisfacción propia es más fuerte o mayor que la del prójimo puesto que constituye el punto de referencia: toda acción es en beneficio personal.
Decir que es mayor psicológicamente la ganancia que obtiene el otro al amarlo carece de sentido ya que, como queda dicho, el punto de referencia o el mojón extramuros de la acción es el amor propio. Quien ama es porque le satisface ese amor (el que se odia a si mismo es incapaz de amar). Tal vez Santo Tomás aclare este punto al afirmar en la Suma Teológica que “amarás a tu prójimo como a ti mismo: por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo” (Sec. Sec., q. xxvi, art. iv). Entonces el amor a otro es inexorablemente menor en intensidad y preferencia al que se profesa a uno mismo que, por los motivos señalados, es prioritario y el motor de la acción.
Finalmente, por su parte, dice Machan que “aquellos que demandan generosidad, caridad, compasión o bondad en base a la coerción de los aparatos estatales – Estado Benefactor y socialismos varios- destrozan los fundamentos de las virtudes morales”.
Otro de sus libros lleva por título Human Rights and Human Liberties un título un tanto redundante por partida doble: primero porque los derechos y las libertades no pueden ser otra cosa que humanos y segundo porque hablar de derechos y libertades constituyen la cara y la contracara del mismo asunto. De todos modos, gran parte del contenido resulta sumamente esclarecedor (nunca hay acuerdo total con ningún escritor, incluso lo que uno mismo escribe visto a la distancia seguramente demandará modificaciones sea por la redacción, por el contenido o por las dos cosas).
En todo caso es pertinente detenerse en uno de los epígrafes de lo obra que cita uno de los fallos de la Corte Suprema de Justicia estadounidense. La cita es consigna de modo incompleto en el libro al efecto de destacar lo más importante pero nosotros la transcribimos completa. Dice así: “El propósito de una Declaración de Derechos fue el de sustraer ciertos temas de las vicisitudes de las controversias y colocarlos más allá de las mayorías y de funcionarios y establecer principios legales aprobados por las Cortes. Los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, a la libertad en las transacciones y de asociación y otros derechos fundamentales no deben someterse al voto; ellos no dependen de los resultados de ninguna elección” (West Virgina Board of Education v. Barnette, 1943, 319 US, 624, 638).
Este fallo se dice redactado por el juez Robert Jackson es de una trascendencia difícil de traducir en palabras ya que del concepto allí vertido pone de manifiesto el aspecto medular de una República. Pone de relieve lo que grandes constitucionalistas de nuestro tiempo han considerado es el eje central de la democracia.
Una de las razones más relevantes del declive de regímenes democráticos de la actualidad descansa en la incomprensión de la filosofía inherente en el antedicho dictamen de la Corte Suprema de Estados Unidos. Hoy en día la democracia ha degenerado en cleptocracia, a saber, el gobierno de los ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Desde la Carta Magna en adelante, las constituciones han sido concebidas para establecer límites claros y precisos al poder político, en cambio en la actualidad las constituciones reformadas y la legislación que la acompaña son muestras de abuso de poder. Como se ha explicitado tantas veces, es imperioso introducir nuevas barreras al poder si no se quiere que el planeta termine en un inmenso Gulag en nombre de una supuesta democracia.
La obra de Tibor Machan es básicamente un análisis pormenorizado de los equívocos de Thomas Hobbes en cuanto a su aplicación desviada de la noción de derecho natural que desemboca en el establecimiento de una monarquía absoluta en un contexto de extremo positivismo legal en el que no hay puntos de referencia fuera de la legislación escrita, esto es, que no habría la noción de Justicia fuera de la norma positiva.
Asimismo, elabora una cuidadosa y contundente crítica a las teorías esbozadas por John Rawls en cuanto a su redistribución de ingresos basada en talentos naturales de modo desigual sin ver, entre otras cosas, que los talentos adquiridos son consecuencia de los naturales y que la susodicha redistribución altera la asignación de los siempre escasos recursos y, por tanto, empobrece de modo muy especial a los más necesitados. También el autor en gran medida se apoya en algunos aspectos del andamiaje conceptual de Robert Nozick en cuanto al establecimiento de un gobierno con poderes limitados a la protección de derechos, entendidos estos no como pseudoderechos que significan un asalto al bolsillo del prójimo.
Por su parte en otro de sus libros, Individual and their Rights se detiene a considerar al valor del individualismo como el respeto a las autonomías individuales en franca oposición al tratamiento de expresiones colectivistas que tratan a lo grupal como un antropomorfismo con lo que se deglute a los derechos de las personas, lo cual completa con un estudio riguroso de la historia de uno y otro concepto a través del tiempo. En una parte final, Machan analiza el fundamento de la institución de la propiedad privada desde la perspectiva de muy diversos autores antiguos y contemporáneos.
Tibor ha editado y compilado muchos trabajos de gran valor. El ejemplo más sobresaliente es el muy citado The Libertarian Alternative. Como es sabido, la palabra “liberal” ha sido expropiada en Estados Unidos por los estatistas por lo que se ha inventado la expresión “libertarianismo” a disgusto por muchos que siguen definiéndose como liberales clásicos como Milton Friedman, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y muchos otros. En esta cuestión que puede aparecer como mero asunto semántico hay dos problemas de fondo que deben ser aclarados. En primer lugar, destacar que tras la batalla por las ideas hay una batalla del lenguaje. No se trata de simplemente mudar de palabra cuando esta es renegada por la mayoría o utilizada mal para seguir como si tal pues la nueva palabra será también expropiada o estigmatizada en el corto plazo. Por otra parte, quienes recurren a una nueva palabra para referirse a la libertad debido a que descubren otras facetas no parecen comprender que el liberalismo está siempre en ebullición y atento a nuevas contribuciones puesto que descansa en la ida de que el conocimiento tiene la característica de la provisonalidad abierto a refutaciones.
Por último menciono la extraordinaria obra titulada The Pseudo Science of B. F. Skinner donde Machan pone de relieve su mayor destreza al criticar el corazón de cuarenta trabajos de Skinner, muy especialmente el que lleva el sugestivo título de Beyond Freedom and Dignity. El objetivo de Machan consiste en la demolición de la tesis del materialismo filosófico (o determinismo físico para recurrir a terminología popperiana).
Así demuestra que los estados de conciencia, la psique o la mente con distintos de la materia, específicamente del cerebro y que sin esa cualidad no habría tal cosa como el libre alberdrío y, por ende, la propia libertad sería una mera ficción. Tampoco tendría sentido la responsabilidad individual ni la moral, ni las ideas autogeneradas, ni las proposiciones verdaderas y las falsas. Los humanos seríamos como loros, más complejos pero loros al fin de cuentas. Skinner afirma que “la libertad del hombre quien es considerado responsable del comportamiento de su organismo biológico es solo una noción precientífica que sustituye a los tipos de causas que son descubiertas en el curso del análisis científico”. Lo mismo había dicho Sigmund Freud con anterioridad.
Desafortunadamente en nuestra época el materialismo o fatalismo descripto hacen estragos en la cultura, especialmente en el terreno de la psiquiatría, el derecho penal y en el campo económico el denominado neuroeconomics. Viene al caso subrayar que en la compilación antes referida uno de los autores centra su atención en el asunto ahora considerado. Se trata de Nathaniel Branden quien en un ensayo bajo el nombre de “Free Will, Moral Responsability and the Law” donde apunta que “El determinismo declara que aquello que el hombre hace, lo tenía que hacer, aquello en lo que cree, tenía que creerlo […] Pero si esto fuera cierto, ningún conocimiento conceptual resultaría posible para el hombre. Ninguna teoría podría reclamar mayor validez que otra, incluyendo la teoría del determinismo”.
En resumen, Tibor Machan ha contribuido a fortalecer las bases de una sociedad abierta con sus escritos y sus clases que recuerdan con tanto agradecimiento sus numerosos discípulos.