Por Pablo Ximénez de Sandoval
El País, Madrid
LOS ANGELES. - El estudio de cine que llegó por Internet necesita más dinero. Netflix anunció el pasado 15 de enero una subida de precios para sus clientes en Estados Unidos que viene a reflejar el equilibrio que el gigante del streaming está obligado a mantener entre dar la mejor oferta de contenido original y, al mismo tiempo, tener un precio atractivo. El plan básico de Netflix sigue costando casi lo mismo que cuando era un videoclub de DVD por correo a principios de la década. Pero es que ahora es un estudio de Hollywood con una inversión en contenido propio monstruosa.
Netflix sigue siendo barato para los estándares del coste de las películas y las series de calidad de hace unos años. Sus planes van a subir entre uno y dos dólares al mes a los clientes de Estados Unidos: el plan básico de ocho dólares pasa a nueve; el plan estándar de 11 dólares pasa a 13; y el premium (calidad 4K) sube de 14 a 16 dólares al mes. Sigue siendo más o menos lo que cuesta una sola entrada de cine en una gran ciudad del país. Es la mayor subida de precios (entre el 13% y el 18%) desde que Netflix lanzó el servicio de streaming hace 12 años.
“Cambiamos los precios de cuando en cuando mientras seguimos invirtiendo en buen entretenimiento y mejorando la experiencia en general de Netflix. Queremos asegurarnos de que Netflix da una buena calidad por su precio y que nuestro precio de entrada es asequible”, decía la empresa en la carta a los inversores fechada el pasado 17 de enero. “Nuestro plan a varios años es seguir creciendo en contenido de manera significativa mientras aumentamos nuestros ingresos más deprisa para expandir nuestro margen operativo”. Netflix espera que ese margen, que fue del 10% en 2018, llegue al 13% a final de año. Los inversores parecieron comprender que el alza de precios garantiza mayor estabilidad y aceptar el argumento de Netflix de que no habrá una pérdida de abonados significativa. Las acciones subieron un 6,5% el día del anuncio.
Cambio de guion
La carrera de Netflix ya no es por ser el mejor servicio de streaming. Es por ser el que tenga un contenido tan inmenso y de tanta calidad que sea inevitable pagar su suscripción si uno quiere estar al día de la cultura contemporánea y poder tener una conversación sobre televisión o cine. Ted Sarandos, jefe de contenido de Netflix, lo explicaba así en 2015: “Creíamos firmemente que la televisión por Internet era el futuro y que la mayoría de las películas y el entretenimiento entraría en las casas a través de Internet. Nos dimos cuenta de que, si eso iba a ser como creíamos, la tecnología para hacerlo en algún momento se iba a democratizar, todo el mundo tendría la misma. Yo creo que nosotros tenemos la mejor tecnología de streaming del mundo. Pero incluso con eso, en algún momento las cosas se iban a estandarizar y debíamos prepararnos para que Netflix tuviera competencia. La forma de hacerlo era con programas propios”.
Entonces Sarandos separaba lo que estaba haciendo Netflix del servicio que empezaban a dar Amazon Video, Apple iTunes, Sony Playstation y otros portales, que funcionaban como videoclubs a la carta por streaming. “Hay muchos servicios que venden las mismas películas por 1,99 dólares. Ese no es un negocio muy exclusivo en el que estar ni te proporciona una relación con el cliente”. La compañía no veía futuro en ser un videoclub, ni siquiera el mejor videoclub. Hace dos décadas que Bill Gates pronosticó que “el contenido es el rey” en los negocios de Internet, no la tecnología. Netflix ha llevado ese mantra a rajatabla. Porque la democratización de la tecnología que apuntaba Sarandos ya ha llegado. El servicio de Youtube Premium, Hulu o HBO Now y la próxima llegada de un portal de streaming de Disney, todos igual de fáciles de usar que Netflix, supone su fin como argumento de diferenciación. Netflix ya no puede vender eso, y es cuestión de tiempo que empiece a perder cantidades de contenido de los demás estudios, según estos tengan sus propios servicios. La única salida está en su contenido propio.
La carrera de Netflix por construir un catálogo ha dejado unas cantidades mareantes en Hollywood. Empezó gastando 100 millones de dólares (cifra oficiosa) en House of Cards hace ocho años. Su inversión total en contenido propio y ajeno en 2018 fue de unos 12.000 millones de dólares. Sus planes eran lanzar unas 80 películas y 700 shows nuevos. En películas, sacó Birdbox, que vieron en la primera semana 45 millones de sus 137 millones de suscripciones. Ha hecho La balada de Buster Scruggs con los hermanos Coen. Y sobre todo, ha lanzado Roma, la película de Alfonso Cuarón que esta semana lograba 10 nominaciones a los Oscar y hacía historia para una cinta en español y blanco y negro.
El éxito de ‘Roma’
En solo ocho años, Netflix ha pasado de ser un videoclub de DVD por correo a tener una película nominada al Oscar y ser admitido en la Motion Picture Association of America junto a Disney, Warner, Paramount, Sony, Fox y Universal. Según su carta a los inversores, calcula que el 10% de todo el tiempo que pasan los estadounidenses viendo la televisión es suyo. El precio de esto es una deuda inquietante de 8.300 millones de dólares. Y por sus propias palabras, no piensa parar de producir contenido en masa, por lo que una subida de precios es lo mínimo para calmar a los inversores.
El primer Oscar a la mejor película lo ganó Paramount, en 1928. El segundo, al año siguiente, Metro Goldwyn-Mayer (cuyo catálogo absorbió en parte Sony). El primer Oscar a la mejor película para Universal llegó en 1930. El de Fox, en 1933. Warner Bros. lo consiguió en 1937. Walt Disney es la persona con más oscars de la historia, 22. El estudio que fundó ha convulsionado la industria varias veces con hitos como Mickey Mouse, el primer largo animado (Blancanieves) o el primer parque temático.
Esa es la clase de legado a la que se enfrenta Netflix. Puede hacer Birdbox, pero no la serie de clásicos de terror que hizo Universal en los años treinta. Puede echar el resto en producir contenido familiar, pero Disney lleva desde 1923 construyendo un catálogo de películas infantiles adoradas por niños en todo el mundo y perfectamente reconocibles como películas con su sello. La clave del futuro de Netflix es cómo de rápido será capaz de construir un legado de contenido parecido, cuánto le va a costar y en cuánto tiempo va a rentabilizarlo.
Por el camino, esa estrategia está dejando un catálogo de televisión monumental que ha ganado 43 premios Emmy en solo cinco años. Y en 2019 una película con 10 nominaciones a los Oscar que formará parte de la historia del cine pase lo que pase. ¿Y cuánto vale tener todo eso en la punta de los dedos? Cada vez un poco más.