El argumento favorito del socialismo del siglo XXI para restringir importaciones es que el proteccionismo es necesario para la salud de la economía nacional y la generación de empleo.
A los ciudadanos no nos queda más que ser tolerantes y agradecidos cada vez que el régimen se inventa o aumenta impuestos, aranceles, cupos, salvaguardias, tasas, reglamentos técnicos y un largo etcétera de trabas a la actividad comercial. Ellos saben más sobre cómo crear empleo que los propios empresarios y, según nos dicen, restringen la economía por nuestro propio bien.
Pero la realidad es testaruda. Cualquiera que mire por la ventana, hacia Chile o Venezuela, notará que los países solo crecen y generan empleo (en vez de migración) cuando hay más libertad que restricción. Justamente, según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, Ecuador está ubicado en la posición 97 de 137 países del mundo. Estar aislados nos hace menos competitivos y nos cuesta empleos.
Ahora bien, el comercio es una avenida de doble vía al progreso. Creamos riqueza y empleos con las exportaciones y las importaciones. Ambas son inversiones productivas que generan trabajo. Mientras más libre es el comercio, más actividades y empleos se desarrollan a su alrededor. Pensemos en un ejemplo de una empresa global conocida por todos.
Apple es una de las compañías más grandes del mundo. Su capitalización de mercado es nueve veces el tamaño de la economía del Ecuador. Emplea directamente a 120 mil personas. Indirectamente genera empleo a 2 millones de personas en todo el planeta. Aquí viene lo interesante: ¿cree usted que al día de hoy la mayoría de esos empleos –directos e indirectos– son trabajos en alguna fábrica en el Asia o en USA?
El grueso de los empleos generados por Apple no están localizados en una industria, que de por sí, como se podrán imaginar, son automatizadas al máximo. La mayoría de los empleos que crean está en la cadena de comercialización y servicios, abarcando el diseño, el mercadeo, la distribución, pasando por los apps, hasta los vendedores en cada tienda y los call center de soporte y posventa.
Hoy el comercio y los servicios crean tantos o más empleos que las fábricas. Así que, aunque todavía no se enteren los socialistas del siglo XXI, el mundo cambió mucho desde el siglo XIX: de la manufactura a la mentefactura.
Por eso debemos dejar de ser el país de la restricción y comenzar a convertirnos en el país de la innovación. Además, no tiene sentido “proteger” falsas industrias. No preservan empleos para todos, sino bolsillos de algunos. Así no se crean empleos ni ganamos competitividad.
Finalmente, el comercio es el principal generador de empleo adecuado del Ecuador, según el INEC. Contribuye con más de $9.636 millones (10%) al PIB. Y esto es clave: pudiera ser muchísimo más. Recordemos que restricciones comerciales, como las salvaguardias, destruyeron 265 mil empleos porque nos privaron de producir $ 1.450 millones entre el 2015 y 2017, de acuerdo a un estudio de la Cámara de Comercio de Guayaquil. No perdamos más tiempo. Si queremos crear empleos, liberalicemos el comercio.