Por Martín Simonetta
Mauricio Macri vive uno de los momentos más críticos de su gobierno en el contexto de una cuenta regresiva electoral, en la que no logra alcanzar las metas prometidas ni enamorar a su votante tradicional.
Desafortunadamente, en Argentina resulta muy difícil hablar de economía sin hablar de política, y de política sin hablar de economía. Esa es la gran diferencia entre nuestro país y los países predecibles. Cuando la incertidumbre reina, los inversores no invierten. O, simplemente, invierten aquellos que buscan una rentabilidad adicional a la que encuentran en el mundo y que realizan apuestas esporádicas en el mercado financiero. Sabiendo claramente cuando entrar y cuando salir a tiempo.
Las medidas recientemente anunciadas por el gobierno tienen que ver mucho más con la política que con la solución de los problemas económicos de fondo. Ante la incapacidad de reducir los niveles de inflación –que alcanzó un nivel de 54,7% en los últimos 12 meses y 4,7% en marzo, alcanzando el 6% en alimentos y bebidas lo cual afecta más a los sectores de menores ingresos- el gobierno lanzó una nueva versión de “precios cuidados” que intenta mostrar un cambio de actitud o una preocupación específica por los sectores de menores ingresos. Pero es claro que estas medidas –que además son casi un chiste para los bolsillos de los más humildes- no tendrán efecto real sobre el achicamiento del poder de compra de la gente, sino que tienen que ver con los últimos manotazos recomendados por Durán Barba en plena cuenta regresiva electoral.
En este contexto, también debemos comprender los anuncios del Banco Central respecto del mantenimiento de la zona de no intervención actual (39,75 y un techo de $51,45) hasta fin de año para mantener el dólar tranquilo y que las subas no se trasladen a precios. La película la vimos muchas veces: dólar frenado con alta inflación, ergo, atraso cambiario y devaluación post electoral (cuando ya el poder de compra de la gente no importa).
Espero recordemos el caso argentino cuando se estudie a nivel global la efectividad de las estrategias de reforma del Estado graduales versus las de implementación más rápida. Una lección: no se puede desperdiciar el capital político que otorgan los primeros 100 días de mandato al nuevo Presidente para transformar sus anuncios de campaña en realidades. El tiempo pasa, el enamoramiento se evapora. Implementar medidas de cambio puede generar costo político en el corto plazo, pero no implementarlas, también. Y el costo puede ser mayor. Especialmente, en lo que más importa a los políticos: cómo serán recordados por la historia.
Sea cual sea el resultado electoral (de las primarias de agosto, las generales de octubre, o una eventual segunda vuelta), el gobierno al que le toque gobernar no tendrá una tarea fácil de manejar. Deberá lavar la ropa sucia y/o sacar la basura de abajo de la alfombra, escondida en el año electoral. Los escenarios de un eventual default o “re-estructuración de deuda” (la forma más “cool” de denominar a un proceso similar) resultan crecientes.
Por suerte (o no), la película ya la vimos varias veces y conocemos el camino y el desenlace. Aunque no por eso no dejamos de sentir el dolor de una esperanza que, en realidad, termina siendo una negación de la realidad socio-económica argentina y sus consecuencias.
El autor es Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.