Por Jon Aldekoa
Durante la historia moderna han sido varios los episodios de hiperinflación que han asolado a diferentes países alrededor del globo. De hecho, en apenas una quinta parte de siglo, ya dos países pueden dar testimonio de lo que es una divisa hiperinflacionaria. Sin embargo, aunque los inicios y la temporada más cruenta de dichos episodios son frecuentemente expuestos en los medios, poco o nada, más allá del campo académico, se habla de cómo salir de una hiperinflación. Por ello, en los próximos artículos, resumiremos cuatro casos durante la década de los años 20 que consiguieron escapar de la depreciación de su moneda, así como la explicación de cómo lo lograron; a saber, Austria, Hungría, Polonia y Alemania.
Si bien es cierto que existen diferencias en los detalles entre las hiperinflaciones austriaca, húngara, polaca y alemana, hay algunas características comunes muy importantes:
- La política fiscal vigente durante cada una de las hiperinflaciones. Los cuatro países sufrieron persistentemente enormes déficits presupuestarios.
- La medidas fiscales y monetarias deliberadas y drásticas tomadas para poner fin a la hiperinflación.
- La inmediatez con la que recobraron la estabilidad del nivel de precios.
Para no extender este texto hasta la extenuación, se mostrarán los dos primeros casos concernientes a Austria y Hungría, principales países que integraban el Imperio Austrohúngaro. En el próximo artículo se tratarán los dos casos restantes: Polonia y la Alemania de la República de Weimar.
Austria
Tras la Primera Guerra Mundial, el Imperio Austrohúngaro se disgregó en varios países. Austria, que fue una de las particiones del Imperio Austrohúngaro, se encontró con nuevas fronteras nacionales y barreras comerciales que lo separaban de los bienes y productos del resto de países de su antiguo imperio. Además, el país se enfrentó a un grave problema de desempleo derivado de la necesidad de reconvertir la economía tras la guerra. Además, como perdedor de la guerra, Austria debía a la Comisión de Reparaciones sumas sustanciales e inciertas. La respuesta austríaca a sus problemas económicos y sociales fue realizar grandes gastos en forma de ayuda alimentaria y retribuciones a los desempleados. Como el Gobierno no recaudaba lo suficiente para cubrir sus gastos, los déficits se incrementaron enormemente, y llegaron a superar el 50% de los gastos totales del Gobierno austríaco.
La manera de financiar dichos déficits por parte del Gobierno fue mediante la venta de letras del Tesoro al Banco Austrohúngaro. Como consecuencia de ello, el dinero de alta potencia, definido como bonos y obligaciones en depósito a la vista en el Banco Centra,l aumentó en un factor de 288. Esta expansión se debió a dos factores: el descuento de los bonos del tesoro por parte del Banco Central y la emisión de préstamos y descuentos a tipos reducidos de entre el 6% y 9%, cuando la inflación promedio desde enero de 1921 hasta agosto del 22 fue del 10.000%.
La corona austríaca se depreció internacionalmente. El índice de precios al por menor aumentó en un factor de 110. Como en todas las hiperinflaciones, la ciudadanía huyó de su moneda, la corona, y la población trataba de mantener divisas extranjeras o activos reales. Para combatirlo, el Gobierno estableció un sistema de control de cambios administrado por una agencia llamada Devisenzentrale.
La depreciación de la corona austriaca se detuvo repentinamente por la intervención del Consejo de la Sociedad de Naciones y el compromiso vinculante resultante del Gobierno de Austria para reordenar las estrategias fiscales y monetarias. A finales de agosto de 1922, el Consejo de la Liga de las Naciones se comprometió a entablar negociaciones para reconstruir el sistema financiero de Austria. Estas negociaciones conllevaron la firma de tres protocolos el 2 de octubre de 1922 que guiaron con éxito la reconstrucción financiera de Austria. El solo anuncio de la firma de los protocolos alivió la situación. Estos protocolos proporcionaron las condiciones para un préstamo internacional de 650 millones de coronas de oro a Austria comprometiéndose a establecer un plan para la reconstrucción de sus asuntos fiscales y monetarios, un nuevo banco central independiente, dejar de tener grandes déficits y obligarse a no financiar déficits mediante la emisión de dinero desde el Banco Central. Un comisionado general sería el responsable de supervisar el cumplimiento de estos compromisos. El 14 de noviembre de 1922, se forma el Banco Nacional de Austria, que se hizo cargo de los activos y funciones de la Devisenzentrale. Se requirió que el Banco Nacional respaldara sus emisiones con ciertas proporciones de oro, activos extranjeros y facturas comerciales.
Se instituyeron nuevos impuestos y medios más eficientes para recaudarlos junto con un despido masivo de empleados del Gobierno. En sólo dos años, el Gobierno pudo equilibrar el presupuesto. La estabilización de la corona austriaca no se logró solo a través de una reforma monetaria, sino también fiscal. Fue posteriormente, a finales de 1924, cuando se introdujo una nueva unidad monetaria, el chelín, equivalente a 10000 coronas de papel. La introducción de esta nueva unidad monetaria se produjo mucho después de que el tipo de cambio se hubiera estabilizado, y era seguramente una medida incidental.
El valor de la corona fue respaldado por el compromiso del Gobierno de ejecutar una política fiscal compatible con el mantenimiento de la convertibilidad de sus pasivos en dólares.
Hungría
El caso húngaro guarda muchas similitudes con el austríaco, empezando desde el mismo momento del fin de la Primera Guerra Mundial, ya que Hungría sufrió una gran reducción en tierra, población y poder.
Al final de la guerra, la moneda de Hungría consistía en los antiguos billetes del Banco Austrohúngaro. Según las disposiciones de los tratados de paz firmados durante la guerra, los Estados sucesores del Imperio Austrohúngaro debían seguir reconociendo estos billetes como deudas de los respectivos nuevos Estados. Como perdedor de la guerra, Hungría debía cuantiosas reparaciones de acuerdo con el Tratado de Trianon. Sin embargo, la incertidumbre debida a una falta de una fijación clara de la deuda creó serios obstáculos para lograr un valor estable para la moneda de Hungría.
Desde 1919 hasta 1924 el Gobierno de Hungría tuvo importantes déficits presupuestarios, los cuales se financiaron mediante préstamos. Estos préstamos se hicieron a una tasa de interés muy baja, al igual que en Austria. Estos representaron un aumento mucho mayor en el dinero de alta potencia en el caso húngaro que en las otras tres hiperinflaciones. La corona húngara se depreció rápidamente en los mercados de divisas y los precios internos aumentaron. Entre enero de 1922 y abril de 1924, el índice de precios aumentó en un factor de 263. Al igual que en el caso de Austria, los ciudadanos húngaros también huyeron de su moneda. El Gobierno de Hungría también trató de impedirlo y estableció en agosto de 1922 una Devisenzentrale húngara.
En marzo de 1924, el aumento de los precios y la depreciación de la corona internacional se detuvieron abruptamente. Patrón paralelo al caso austríaco con explicación similar.
La Liga de las Naciones y la Comisión de Reparación intercedieron en Hungría como lo hicieron en Austria, y planearon la reconstrucción financiera de la economía magiar. Dicho plan redujo y aclaró el compromiso de reparación de Hungría, organizó un préstamo internacional de 250 millones de coronas de oro que ayudaría a financiar los gastos del Gobierno, comprometiendo a Hungría a establecer un presupuesto equilibrado (reforma fiscal) y un banco central independiente del Ministerio de Finanzas legalmente obligado a rechazar cualquier demanda gubernamental de crédito sin respaldo (reforma monetaria). También sería supervisado su cumplimiento por un representante de la Comisión.
El plan de reconstrucción se materializó en dos protocolos que garantizaban la independencia política, integridad territorial y soberanía de Hungría.
Por ley del 26 de abril de 1924, se estableció el Banco Nacional de Hungría y comenzó a operar el 24 de junio. Se le prohibió al banco otorgar préstamos o adelantos adicionales al Gobierno, excepto en el caso de la seguridad total de las cuentas de oro o extranjeras. Asimismo, debía mantener una reserva de oro que respaldase un cierto porcentaje de las obligaciones asumidas. El Gobierno logró establecer un presupuesto equilibrado recortando sus gastos y aumentando la recaudación de impuestos. De hecho, los recursos del préstamo para la reconstrucción se utilizaron perceptiblemente más lentamente de lo que se había previsto en el plan de reconstrucción.
Al igual que en Austria, el cambio drástico en el régimen de política fiscal recuperó la estabilidad del nivel de precios. En el ámbito de la política monetaria, la intervención de la Liga consiguió que el Banco Central respaldase mediante oro, divisas extranjeras y activos comerciales los bonos y depósitos. Lo que previamente había sido considerado dinero fiduciario, de ahora en adelante se podría considerar respaldado por la libra esterlina, la moneda extranjera a la que Hungría vinculó su cambio como una condición para la participación británica en el préstamo de reconstrucción.
Como se ha podido observar, en ambos casos un cambio radical en las desastrosas políticas fiscal y monetaria de ambos países concluyó con una estabilización del valor de su divisa. Cuando sus enormes déficits presupuestarios financiados mediante una gran expansión monetaria fueron erradicados la hiperinflación desapareció.