Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
El héroe en las novelas de Rand es la quintaesencia de la integración mente-cuerpo: una mente racional y objetiva como función competente de un cuerpo sano, bello, simétrico y eficiente. La armonía simétrica, la relación de las partes entre sí y con el todo, es completa al incluir, no sólo las partes físicas del cuerpo, sino la destreza de su acción corporal y mental. A diferencia de los héroes de otras novelas, que pueden ser físicamente superiores pero ineficientes mentalmente o por el contrario, eficientes mentalmente pero inútiles físicamente, los héroes de Rand son integralmente superiores sin contradicciones que los demeriten, sin talones de Aquiles que los vuelvan seres humanos ordinarios. No son adultos físicamente perfectos capaces de vencer a los villanos, pero con las limitaciones de razonamiento propias de un niño de diez años, que les impiden resolver sus problemas personales, ni adultos físicamente inválidos capaces de un razonamiento lógico impecable que les permite diagnosticar las más oscuras enfermedades. Los héroes de Rand son el retrato del hombre ideal, como debe y puede ser.
La belleza de la imagen del héroe randiano consiste en ser la clara expresión de la aptitud de su ser a sus condiciones de existencia. Esta fórmula de Sir Walter Armstrong de “belleza es aptitud expresada” (Beauty is fitness expresed) y enunciada de manera similar por su coetáneo Louis Sullivan como “la forma sigue a la función” (Form follows function), consiste en la sensación sugerida por su forma a nuestro subconsciente de la perfecta adaptación de un objeto o un animal a su razón de ser o condiciones de vida, y que por ser la vida un valor para nosotros, causa el placer estético que procura su contemplación. La aptitud en cuestión se da en objetos con condiciones estáticas, como en un edificio o en un puente; y en condiciones dinámicas como en un automóvil o un aeroplano o en animales. Un ejemplo del primer caso lo vemos en la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright, que expresa la adecuación perfecta a su propósito, donde vemos una forma producto de la economía de peso, establecimiento del perfil óptimo que se da en la sección de mayor resistencia, perfecto equilibrio de fuerzas de corte y flexión, y réplica por repetición con cada elemento –losas, cenefas, voladizos, ventanas y aparejo de las piedras – creando una relación armónica de las partes entre sí y de estas con el todo que incluye la cascada, terrazas y ambientes destinados al esparcimiento, propios del tema de esta casa de verano.
Los héroes de las novelas de Rand son ejemplo del segundo caso. Ella expresa esa aptitud para vivir como humano, guiándose por la razón y llevando las deliberaciones eficientemente a la acción física, mediante la descripción y comparación de las cualidades físicas y de carácter, encomiables o reprochables por ser producto de la propia voluntad de sus personajes –sus héroes contrastados con sus villanos. Por ejemplo, veamos en El Manantial a Roark comparado con Toohey:
El fuerte e íntegro y hábil, Howard Roark:
“Howard Roark rio.
“Estaba parado desnudo en la orilla de un peñasco. El lago estaba distante debajo de él…
…Su cuerpo se reclinaba contra el cielo. Era un cuerpo de líneas largas y ángulos, cada curva quebrada en planos. Estaba rígido, sus manos colgando a su lado, palmas hacia afuera. Sentía sus omóplatos apretándose juntos, la curva de su nuca, y el peso de su sangre en sus manos. Sentía el viento detrás de él, en la hondonada de su columna. El viento agitaba su pelo contra el cielo. Su pelo no era ni rubio ni rojo, sino el color exacto de cáscara de naranja madura.
…No rio cuando sus ojos se detuvieron percatándose de la tierra alrededor suyo. Su cara era como una ley de la naturaleza –una cosa a la que uno no podía cuestionar, alterar o implorar. Tenía pómulos altos sobre delgadas y deprimidas mejillas; grises ojos, fríos y fijos; una desdeñosa boca, apretadamente cerrada, la boca de un verdugo o un santo.
…Caminó hasta la orilla, levantó sus brazos, y se zambulló en el cielo debajo.
Cruzó derecho a través del lago hacia la orilla enfrente. Alcanzó las rocas donde había dejado sus ropas. … Por tres años, desde que vivía en Stanton, había venido aquí para su único solaz, a nadar, a descansar, a pensar, a estar solo y vivo, siempre que podía encontrar una hora libre, lo que no había sido muy a menudo. En su nueva libertad la primera cosa que quiso hacer fue venir aquí, porque sabía que estaba viniendo por última vez. …
Se puso su ropa: viejos pantalones de lona, sandalias, una camisa de mangas cortas a la que le faltaban la mayoría de botones. Se impulsó hacia abajo por una estrecha vereda entre las rocas, hacia un sendero que corría a través de una verde ladera, hacia el camino abajo.
Caminaba ágilmente, con una suelta y floja habilidad de movimiento. …”
“… [Dominique] vio su boca y el silencioso desdén en la forma de su boca; los planos de su delgadas y deprimidas mejillas; la fría y pura brillantez de ojos que no tenían rasgos de compasión. Sabía que era el rostro más bello que ella vería alguna vez, porque era la abstracción de la fuerza hecha visible. Sintió la convulsión de la ira, de la protesta, de la resistencia –y del placer. Él estaba viéndola a ella arriba; no era una mirada, sino un acto de posesión. Ella pensó que debiera dejar que su rostro le diera la respuesta que merecía. Pero estaba mirando, en cambio, al polvo de la piedra en sus quemados brazos, la camisa húmeda pegada a sus costillas, las líneas de sus largas piernas. Estaba pensando en aquellas estatuas de hombres que siempre había buscado; se preguntaba cómo se vería desnudo…” [Dominique había adquirido una estatua de Helios desnudo, el dios griego del sol.]
[Ayn Rand. Extractos de cap. 1, Parte 1 y de cap. 2, Parte 2. The Fountainhead. (Indianapolis, Bobbs-Merrill, 1976)].
“[Howard Roark], alto, esbelto. Algo angulado –líneas rectas, ángulos rectos, músculos fuertes. Camina ágilmente, fácilmente, muy fácilmente, un poco desgarbado, un tipo relajado de soltura en movimiento, como si el movimiento no requiriera esfuerzo alguno, un cuerpo para el que el movimiento es tan natural como la inmovilidad, sin una línea divisoria definitiva, una ligera, fluida, suelta facilidad de movimiento, una energía tan completa que asume la facilidad de la flojera. Manos grandes, largas –con prominentes articulaciones, nudillos y muñecas, con duras, visibles venas en las dorsales de las manos; manos que se ven ni jóvenes ni viejas, sino que extremadamente fuertes. Sus ropas siempre descuidadas, desarregladas, flojas y sugiriendo…una cierta inadecuación salvaje para la ropa. Definitivamente pelo rojo, suelto, liso, siempre desgreñado.
[Ayn Rand. Apuntes para personajes presentados por Leonard Peikoff. The Fountainhead. (New York, Signet, 1993), 697].
El vil, alfeñique y relamido, Ellsworth Toohey:
“Al primer vistazo de Ellswoth Monkton Toohey uno quisiera ofrecerle a un pesado y bien mullido abrigo –tan frágil y desprotegido aparecía su delgado pequeño cuerpo, como el de un pollo recién emergiendo del huevo, en toda la penosa fragilidad de huesos no endurecidos. Al segundo vistazo uno querría asegurarse de que el abrigo fuese extraordinariamente bueno –tan exquisita era la indumentaria que cubría su cuerpo. Las líneas del traje oscuro seguían sin rodeos la forma dentro de él, disculpándose por nada: se hundían con la concavidad del estrecho pecho, se deslizaban hacia abajo del largo, flaco cuello con la aguda inclinación de sus hombros. Una gran frente dominaba al cuerpo. La cara con forma de cuña descendía desde las amplias sienes a una pequeña, puntiaguda barbilla. El pelo era negro, lacado, dividido en mitades iguales por una delgada línea blanca. Hacía ver el cráneo ajustado y elegante, pero dejaba mucho énfasis en las orejas que brotaban en solitaria desnudez, como los mangos de una copa de consomé. La nariz era larga y delgada, prolongada por una pizca de bigote negro. Los ojos eran oscuros y desconcertantes. Tenían tal riqueza de intelecto y centellante alegría que sus anteojos parecían usarse no para proteger sus ojo sino para proteger a otros hombres de su excesiva brillantez.”
[Ayn Rand. The Fountainhead. (Indianapolis, Bobbs-Merrill, 1976), 231].
Los héroes de Rand, aman la vida, el cuerpo saludable, la habilidad y eficiencia y sus valores son de la tierra –quieren dominar la naturaleza Los villanos son los que odian la vida, desprecian el cuerpo, la habilidad y la eficiencia –quieren dominar al hombre.