
Por Dardo Gasparré
El Observador, Montevideo
El problema no empezó en estas PASO. Algunos lo retrotraen a Perón en 1946, a Farrell en 1943 o al golpe militar de 1930 del que ambos fueron entenados. Otros llegan a Irigoyen en 1917. Lo cierto es que hace un siglo, ¿o dos?, que Argentina vive con su cuerpo y su alma surcados cada vez más de tajos, grietas, brechas o como se llamen. Sobran ejemplos que por vergüenza la columna no enumerará. Hoy otra vez el país aparece partido. Un peronismo que cuando gobierna destroza la producción, el ahorro y las libertades. Una oposición que cuando gobierna no se anima a cambiar en serio por miedo a la acción violenta de su enemigo (sí, enemigo) y termina pareciéndosele en los resultados. La secesión económica argentina ya ocurrió. A partir de que millones de individuos vive a costa de otros millones que no pueden negarse a cederle sus ahorros, sus ilusiones y el fruto de su trabajo. Eso fue cierto con el peronismo primero, con los golpes militares y ciertamente con Cambiemos. Nadie se atreve a alterar el sistema. Por temor, falta de convicción, ambición política o por la trama de negociados y perversiones de todo tipo que corrompió al sistema insalvablemente. El sector expoliado, entonces, se escinde, se separa de mil maneras. Virando a la economía negra, que es, lamentablemente, lo más parecido a la libertad que encuentra, huyendo físicamente, como saben los uruguayos que disfrutaron de esa huida, o viviendo una doble vida real o virtual. Cuando no puede hacerlo hiberna, minimiza su inversión y su riesgo y se queda esperando el próximo manotazo que le robe un poco más de patrimonio y de futuro. Una suerte de cuarta dimensión marginal, como en la secesión extradimensional imaginada por Ayn Rand en su biblia profética Atlas Shrugged.