Por Federico Bauer Rodriguez
El Periódico, Guatemala
El Estado es un concepto que integra un territorio, su población y su gobierno. El Estado de Derecho es un conjunto de normas generales y abstractas que garantizan los derechos individuales de los miembros de dicha población, con el fin de convivir en una sociedad que respeta el principio de igualdad ante la ley, y que tiene el mayor nivel de paz y prosperidad posible, para el mayor número de miembros de dicha sociedad.
En una sociedad que se rige por el sistema de Estado de Derecho, no es importante quién gobierna, ya que la que manda es la Constitución y las leyes menores, siendo los miembros del Gobierno meros administradores de la cosa pública sin poder discrecional. En este sistema, la Constitución es realmente un límite a la capacidad de maniobra de los empleados públicos, ya que estos solo pueden cobrar impuestos que respeten ciertos principios –especialmente el de igualdad ante la ley– y gastar en las cosas que son estrictamente necesarias, priorizando la seguridad y la justicia. En un Estado de Derecho no se puede operar con déficit, ni gastar para promocionarse mediante programas clientelistas; el papel subsidiario del Estado se limita a casos de emergencia y no a políticas sociales con el fin de perpetuarse en el poder.
El capital privado y el mercado son las instituciones que satisfacen las necesidades materiales de la población, por lo que son respetados; la correlación entre el respeto a la libertad económica y el nivel de vida de los integrantes de una sociedad es muy fuerte, y así lo ha sido durante muchas generaciones.
En lo político, es la democracia representativa la que permite nombrar a los administradores de la cosa pública; la democracia no puede utilizarse para violar derechos individuales de las minorías.
Aunque no hay países que cumplan con los principios del Estado de Derecho a la perfección, podemos analizar a los que tienen los mejores estándares de vida, y vemos que son los que más se acercan al paradigma anterior, que por cierto es el paradigma liberal clásico.
La alternativa al régimen de convivencia anterior son los sistemas en que el Estado de Derecho ha sido sustituido por un régimen de poder discrecional –socialismo, fascismo y populismo– y cuya dirección está a cargo de figuras mesiánicas que afirman poseer una omnisciencia absoluta, y un poder de determinar lo que le conviene a cada uno de los miembros de la sociedad; esta figura mesiánica, ya sea por la fuerza de las armas o por medio del engaño a la población, ejerce un poder casi absoluto sobre el resto de los habitantes quienes lo ven como una autoridad cuasi-religiosa y en quien confían el destino de toda una sociedad.
El socialismo es el mejor ejemplo de este tipo de sociedad en que figuras mesiánicas, utilizando las enseñanzas del profeta Karl Marx (todas ellas ya fallidas), han mantenido esclavizada a una buena parte de la población mundial, y dejando más de cien millones de muertos en el proceso.
Lenin, Stalin, Mao, Hitler, Mussolini, et al. fueron los mesías más sangrientos, pero en la actualidad, los Castro, Chávez y sus pupilos quieren continuar con el reguero de sangre y pobreza solo por esa ansia de poder ilimitado.
Estos sistemas apelan a los dos sentimientos morales más fuertes que tenemos los humanos, la caridad y la envidia, con el fin de ejercer el poder; eso sí, la caridad siempre la llevan a cabo con los bienes ajenos que toman de la población que produce, pero que es víctima de la envidia de los menos afortunados.