Por Robert B. Stinnett
En el 78 aniversario del ataque japonés a Pearl Harbor ofrecemos nuevamente este trabajo publicado originariamente el 07/12/2000 en el Honolulu Advertiser.
(Puede verse también del msimo autor Subsisten los chivos expiatorios del Pentágono acerca de Pearl Harbor)
Dado que los estadounidenses honran a esos 2.403 hombres, mujeres, y niños que murieron—y 1.178 que fueron heridos—en el ataque japonés contra Pearl Harbor, Hawái, el 7 de diciembre de 1941, los documentos gubernamentales hechos públicos recientemente referentes a ese ataque “sorpresivo” nos obligan a replantear algunos interrogantes preocupantes.
Está en discusión el conocimiento previo por parte de los Estados Unidos de los planes militares japoneses para atacar Hawai con una fuerza de submarinos y portaaviones hace 59 años. Hay dos preguntas que encabezan la lista relacionada con ese conocimiento previo: (1) si el Presidente Franklin D. Roosevelt y sus jefes militares superiores provocaron a Japón para que realizara un “acto de guerra frontal” dirigido a Hawái, y (2) si los planes militares de Japón fueron obtenidos por adelantado por parte de los Estados Unidos, pero no dados a conocer a los comandantes militares hawaianos, el Almirante Husband E. Kimmel y el Teniente General Walter Short, de modo tal que ellos no interfiriesen con el acto desembozado.
El último de los interrogantes fue respondido de manera afirmativa el 30 de octubre, 2000, cuando el Presidente Bill Clinton promulgó, con la ayuda de un Congreso bipartidista, la Ley de Autorización de la Defensa Nacional. Entre sus provisiones ómnibus, la Ley revierte las conclusiones de nueve investigaciones previas sobre Pearl Harbor y encuentra que tanto a Kimmel como a Short les fue negada la inteligencia militar crucial que rastreó a las fuerzas japonesas apuntando a Hawai y que fue obtenida por la administración Roosevelt durante las semanas previas al ataque.
El Congreso fue específico en su hallazgo contra la Casa Blanca de 1941: Kimmel y Short fueron marginados de la información de inteligencia que localizó a las fuerzas japonesas que avanzaban sobre Hawái. Entonces, después de la exitosa incursión japonesa, ambos comandantes fueron relevados de sus mandos, inculpados por fracasar en resguardarse contra del ataque, y degradados en rango.
El Presidente Clinton debe ahora decidir si concede la petición del Congreso de restituir a los comandantes a sus rangos de 1941. Sin importar lo que el Comandante en Jefe haga en los restantes meses de su mandato, estos hallazgos del Congreso deben ser considerados ampliamente como una exoneración de los 59 años de la culpa imputada a Kimmel y Short.
Pero subyace un importante interrogante: ¿La culpa por el desastre de Pearl Harbor recae en el Presidente Roosevelt?
Una importante película basada en el ataque se encuentra actualmente en producción en los estudios Walt Disney y su lanzamiento está programado para mayo de 2001. El productor, Jerry Bruckheimer, rehúsa incluir en su guión el conocimiento previo del ataque por parte de los EE.UU.. Cuando Bruckheimer comentó sobre ese conocimiento en poder de FDR durante una entrevista publicada a comienzos de este año, dijo “Eso es pura m….a.”
Con todo, Roosevelt creía que provocar al Japón para que efectuase un ataque contra Hawai, era la única opción que tenía en 1941 para vencer al poderoso movimiento no intervencionista “Primero Estados Unidos”, liderado por el héroe de la aviación Charles Lindbergh. Estas posturas pacifistas eran compartidas por el 80 por ciento del público estadounidense de 1940 a 1941. Pese a que Alemania había conquistado gran parte de Europa, y sus Botes-U hundían a las naves de los EE.UU en el Océano Atlántico—incluyendo a los navíos de guerra—los estadounidenses no querían tener nada que ver con “La Guerra de Europa.”
Sin embargo, Alemania cometió un error estratégico. Ella, junto con su socio del Eje, Italia, firmó el tratado de asistencia recíproca con Japón, el Pacto Tripartito del 27 de septiembre de 1940. Diez días más tarde, el Teniente Comandante Arthur McCollum, oficial Naval de EE.UU. en la Oficina de Inteligencia Naval (ONI según su sigla en inglés), vio una oportunidad de contrarrestar al movimiento aislacionista de los EE.UU., provocando a Japón a un estado de guerra con los Estados Unidos, accionando las cláusulas de asistencia recíproca del Pacto Tripartito, e involucrando a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Sintetizada en el memorando secreto de McCollum fechado el 7 de octubre de 1940, y obtenido recientemente a través de la Ley de Libertad de Información, la propuesta de la ONI contemplaba ocho provocaciones dirigidas al Japón. Su punto más relevante era mantener el poderío de la flota de los EE.UU. basada en el Territorio de Hawái como un señuelo para un ataque japonés.
El Presidente Roosevelt actuó rápidamente. Al día siguiente, el 8 de octubre de 1940, el Comandante en Jefe de la Flota de los EE.UU., Almirante James O. Richardson, fue convocado a la Oficina Oval e informado del plan de provocación por el Presidente. En una acalorada discusión con FDR, el almirante objetó la colocación de sus marineros y naves en una situación perjudicial. Richardson fue entonces despedido y en su lugar FDR escogió a un oscuro oficial naval, el Contralmirante Husband E. Kimmel, para comandar la flota en Hawái. Kimmel fue promovido a almirante de cuatro-estrellas y asumió el comando el 1 de febrero de 1941. En una cita relacionada, Walter Short fue promovido de General Mayor a Teniente General de tres-estrellas y se le otorgó la comandancia de las tropas del Ejército de los EE.UU. en Hawái.
A lo largo de 1941, FDR implementó las restantes siete provocaciones. Calculó entonces la reacción japonesa a través de las comunicaciones de inteligencia interceptadas y decodificadas, originadas por los líderes diplomáticos y militares de Japón.
Los militaristas en la isla utilizaron las provocaciones para tomar el control del Japón y organizaron a sus fuerzas militares para la guerra contra los Estados Unidos, Gran Bretaña, y los Países Bajos. El plato fuerte—el ataque a Pearl Harbor—fue filtrado a los Estados Unidos en enero de 1941. Durante los siguientes 11 meses, la Casa Blanca siguió los planes de guerra japoneses a través de las comunicaciones de la inteligencia diplomática y militar que eran interceptadas y decodificadas.
Los líderes japoneses fallaron en tomar precauciones de seguridad básicas. Al menos 1.000 mensajes radiales japoneses, militares y diplomáticos eran interceptados por día por las estaciones de monitoreo operadas por los EE.UU. y sus aliados, y los contenidos de los mensajes eran resumidos para la Casa Blanca. Los resúmenes de la intercepción eran claros: Pearl Harbor sería atacado el 7 de diciembre de 1941, por las fuerzas japonesas que avanzaban a través del Océano Pacífico Central y Norte. El 27 y 28 de noviembre de 1941, al Almirante Kimmel y al General Short se les ordenó permanecer en una actitud defensiva pues “los Estados Unidos desean que Japón cometa el primer acto abierto.” La orden vino directamente del Presidente Roosevelt.
Como le expliqué a la audiencia de un foro político en The Independent Institute en Oakland, California, que fue grabada en video y transmitida por televisión para toda la nación el feriado del cuatro de julio de este año, mi investigación sobre los expedientes navales de los EE.UU. demuestra que no solamente Kimmel y Short se encontraban apartados del trámite de las comunicaciones de la inteligencia japonesa: también lo estaba el pueblo estadounidense. Es un encubrimiento que ha durado por casi 59 años.
Inmediatamente después del 7 de diciembre de 1941, los documentos de las comunicaciones militares que divulgan el conocimiento previo estadounidense del desastre de Pearl Harbor fueron guardados en las cajas fuertes de la Marina de EE.UU., lejos de los ojos escudriñadores de los congresistas investigadores, los historiadores, y los escritores. Aunque la Ley de Libertad de Información liberó a los documentos de las bóvedas de los Archivos Nacionales y los puso a la luz del sol en 1995, una industria casera continúa encubriendo ese conocimiento anticipado de los Estados Unidos sobre Pearl Harbor.
Traducido por Gabriel Gasave