Por Miguel Anxo Bastos Boubeta
Instituto Juan de Mariana
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Alguna vez he expresado que una sociedad libertaria podría fundamentarse mejor sobre las bases del pensamiento conservador, en especial del europeo y del paleoconservadurismo de los Estados Unidos, que sobre los cimientos del liberalismo, ya sea este europeo o norteamericano. El conservadurismo clásico, especialmente en su expresión tradicionalista decimonónica, es un pensamiento contrarrevolucionario, esto es, busca mitigar o revertir las consecuencias que sobre la forma de organización política y social tuvo la Revolución francesa. Es, por tanto, un pensamiento radicalmente antiestatista y por consiguiente anticentralista, defensor de fueros y derechos locales y regionales. Afirmaciones, como las que siguen, del tradicionalista español de finales del siglo XIX, Enrique Gil Robles, son difíciles de encontrar en el liberalismo:
Y de ahí que cuanto más amplia la sociedad, menos conciliables las conveniencias, conviertiéndóse, de hecho, la patria moderna en un agregado de dos castas, la de los explotadores que mandan, esto es, tiranizan, y la de los explotados que contribuyen a la empresa de que vive y medra la casta gobernante, ni más ni menos que antes de Jesucristo.