Por Gabriel Gasave
El del valor ha sido desde siempre para la teoría económica uno de los puntos más relevantes a resolver. ¿De qué depende el valor de las cosas? ¿En dónde radica la fuente u origen del valor?
Es importante destacar que aquí estamos refiriéndonos al concepto de valor como el grado de satisfacción que una cosa o un bien nos brinda y no como sinónimo de costo o precio.
Aunque habitualmente se utilicen expresiones tales como ¿cuánto vale esa casa? a efectos de indicar que lo que deseamos saber es su precio en el mercado, no es ese el sentido de la palabra valor aquí.
Como veremos, el valor es algo previo al precio. Existe un precio para una bien debido a que previamente el mismo ha sido valorado.
A lo largo de la historia del pensamiento económico, se han ofrecido básicamente dos grandes tipos de respuestas a estos interrogantes, los que pueden agruparse en: a) las teorías objetivas del valor y b) la teoría subjetiva del valor.
a) Teorías objetivas del valor
Intentan descubrir qué característica o rasgo presente en las cosas constituye la fuente del valor. Sostienen que el valor se encuentra en las cosas y según la corriente de pensamiento correspondiente, esas características han sido la escasez, la utilidad, los costos de producción y el trabajo.
- Teoría de la escasez: Considera a la escasez como la fuente u origen del valor. Sin embargo, vemos que este rasgo no aporta ninguna solución. Existen infinidad de cosas que son escasas en nuestras vidas, pero que carecen de valor.
Si pensamos en las antiguas maquinas de telex, los televisores blanco y negro, los primigenios teléfonos celulares, para no mencionar a los carruajes tirados por caballos, notamos que todos ellos son hoy en día sumamente escasos, pero no por eso se han vuelto más valiosos.
En definitiva, al afirmar que algo es escaso debemos preguntarnos ¿para quién?.
- Teoría de la utilidad: Con respecto a la utilidad ocurre lo mismo que con la escasez. Por sí sola, esa característica que puede a llegar a tener un bien no nos resuelve el problema, es decir no nos explica la realidad, que es a lo que una sana teoría debe apuntar.
Por ejemplo, tal vez no exista nada más útil para nuestra vida que el agua potable, pero no obstante ello su provisión no es algo que nos preocupe de manera constante y a lo que le damos gran valor en circunstancias normales. Es más, a diario valoramos más otro tipo de bebidas menos saludables y esenciales que ella. Distinto es si nos encontramos intentando realizar una caminata a través del desierto de Atacama o emprendiendo una travesía a través del océano, circunstancias en las que el liquido elemento será sumamente apreciado.
Por tal motivo, cuando decimos que una cosa es útil hay dos interrogantes que deben ser respondidos ¿útil para quién? y ¿en qué circunstancias?.
- Teoría de los costos de producción: Intenta explicar el origen del valor de los bienes en virtud de los costos de producción de los mismos. Esta teoría tampoco nos ayuda dilucidar el problema del valor.
Imaginemos el caso de alguien que gasta varios miles de dólares en comprar los mejores y más refinados elementos necesarios para pintar un cuadro. Si carece de talento, por más que le pruebe fehacientemente a quien contempla su obra cuáles han sido los costos que afrontó para su realización y aunque incluso le exhiba las correspondientes facturas, nadie por el mero hecho de contar con esa información ha de valorar dicha creación.
Posiblemente, un mero garabato dibujado sobre la servilleta de un bar realizado por alguien talentoso, con apenas centavos como costo, será más valorado que la obra pictórica de nuestro ejemplo.
En conclusión, los costos de producir una cosa no determinan su valor. Si la misma no representa algo para alguien, no vale nada.
- Teoría del valor-trabajo: Lo mismo que hemos expresado con relación a los costos de producción se aplica respecto del trabajo.
Siguiendo con nuestro ejemplo del cuadro, supongamos que además de los elevados costos en los que incurrió el artista, la obra le haya insumido tres años para terminarla. El esfuerzo invertido durante ese lapso no significa que la obra será luego de manera automática valiosa para alguien. Puede valer mucho más para el admirador de un artista o deportista famoso su autógrafo estampado en un simple trozo de papel, faena que posiblemente no le llevó más de 10 segundos, que el cuadro de nuestro aspirante a pintor con sus 36 meses “incorporados”.
¿Por qué sucede esto? Sencillamente porque el trabajo no es fuente de valor. Es más, diríamos que el valor es anterior al trabajo, ya que dedicamos esfuerzo a aquellas cosas que previamente valoramos. A la hora de valorar o no un bien, nos es indiferente la cantidad de horas de trabajo (el trabajo “socialmente necesario” en palabras de Marx) que el mismo precisó para su concreción.
b) La teoría subjetiva del valor
Vemos como aquellas cuatro teorías que resumimos muy rápidamente eran de carácter objetivo, es decir que según ellas el valor era algo intrínseco a las cosas.
Recién alrededor del año 1870, un grupo de intelectuales de la Universidad de Viena, algunos de los cuales dieron luego origen a la corriente de pensamiento que se conoció como la Escuela Austriaca de Economía, descubrió que el origen o la fuente del valor de las cosas no se encuentra en ellas, sino en la persona que en un determinado momento debe juzgar la relevancia de la misma para él o ella.
Ellos se referían a la utilidad y la escasez como algo subjetivo. Subjetivo significa en este caso la utilidad y la escasez que determinada cosa tiene para una determinada persona en una determinada circunstancia.
Ambas cualidades, la utilidad y la escasez en su carácter subjetivo, deben estar presentes para que un bien sea valorado.
Todo lo que nosotros valoramos es útil y es escaso. ¿Para quién y cuándo? Para nosotros y en este preciso instante.
Volviendo a nuestro ejemplo de más arriba, cuando estoy caminando en el desierto o navegando en altamar, el agua potable además de útil también se vuelve escasa, por lo tanto un litro de ella resulta muy valioso para mí en esas circunstancias.
¿Qué valor podría tener el autógrafo de una estrella de la NBA para una anciana que vive en un pueblito perdido en medio del Mato Grosso? Ninguno. El autógrafo indudablemente sería algo escaso para ella, pues no cuenta con otro, pero no sería útil, no le representaría nada. Distinto sería si se lo exhibimos a un niño de Nueva Jersey o Inglewood, para quien además de “escaso” ese autógrafo también será “útil”.
De igual manera, el mejor de los equipos de música carecería de valor para una persona que no puede oír, lo mismo que el más sofisticado de los televisores 4K para alguien que carezca del sentido de la vista.
Esto explica además como algo puede tener un alto precio en el mercado y carecer de valor para mí. Si yo no bebo, de que me sirve que me regalen una botella del mejor whisky y me aclaren que se pagaron por ella 500 dólares.
Y a la inversa, algo puede tener un valor subjetivo enorme para mí y en el mercado nadie estar dispuesto a dar un centavo por él. Un recuerdo de un ser querido, puede resultarme valiosísimo subjetivamente aunque se trate de una chuchería, pero si lo oferto en Mercado Libre es posible que nadie aparezca interesado en comprarlo.
Es de destacar que estos pensadores descubrieron la subjetividad del valor, no la inventaron. Las leyes económicas solamente pueden descubrirse observando la naturaleza humana.
Lamentablemente muchos, tal como los mercantilistas de los siglos 16 y 17, aún hoy consideran que esas leyes dependen exclusivamente de la voluntad de las mayorías o de la autoridad de quien circunstancialmente detenta el mando. Para ellos, las leyes económicas se inventan
Asimismo, aceptar la Teoría subjetiva del valor no implica sostener que dado que los valores son subjetivos, entonces todas nuestras opciones serán acertadas e infalibles y que nunca cometemos errores.
No significa tampoco que “todo es según el cristal con que se mire” y que la realidad esté determinada por nuestros gustos, caprichos y preferencias.
La Teoría subjetiva del valor tan solo explica de qué manera los seres humanos valoramos. Lo sensato y racional es tener presente que existe un valor por encima de todos los demás que es el de la vida humana. Así, siempre que valoremos algo tendríamos que tener en cuenta si ese algo ayuda a nuestra vida o si en cambio la amenaza, es decir si es bueno o malo para ella.
Tan trascendental ha sido el aporte austriaco a la dilucidación del problema del valor, que a modo de anécdota podemos señalar que para algunos su irrupción fue el motivo por el cual Marx decidió no publicar los dos últimos tomos de su obra El Capital, dado que veía derrumbada la falacia del trabajo como fuente de valor, base de toda su teoría, siendo finalmente su amigo Engels el encargado de hacer conocer esos escritos entre 1885 y 1894.
La utilidad marginal
Junto con la Teoría subjetiva del valor, el descubrimiento de la Ley de la utilidad marginal ha sido otro gran aporte a la ciencia económica que hiciera la Escuela Austriaca de Economía. Es por eso que a esta escuela también se la conoce como la Escuela Marginalista.
Se preguntará usted por qué diablos nos ponemos a analizar aquí la Ley de la utilidad marginal si lo que procuramos demostrar es qué causa la inflación. Le aseguro que no se trata de un capricho ni de algo fuera de contexto. Si realmente pretendemos llegar a comprender las causas de la inflación, su análisis es de gran relevancia.
Hasta aquí sabemos que el valor de los bienes es subjetivo y que depende de la utilidad y de la escasez pero desde un punto de vista individual, es decir, para una determinada persona en una determinada situación.
Una vez que valoramos un bien, por ser útil y escaso para nosotros en ese instante, ¿qué ocurre con esa valoración cuando de ese bien tenemos varias unidades disponibles? Aquí es donde aparece la cuestión de la utilidad marginal de ese bien.
Utilizaremos un ejemplo similar al que daba Carl Menger, pionero de la Escuela Austriaca. Imaginemos que un campesino para hacer frente a sus siempre infinitas necesidades, el único bien o recurso con que cuenta son cinco bolsas de trigo.
Esas bolsas de trigo son idénticas, exactamente iguales y brindan la misma satisfacción. Simplemente las enumeramos a fin de poder distinguirlas.
Lo que hará el campesino es lo mismo que hacemos cada uno de nosotros a cada instante. Tenemos “x cantidad de billetes en nuestro bolsillo (medios) e infinitas necesidades (fines). Por lo tanto, debemos establecer un orden, una jerarquía, entre nuestras necesidades para determinar cuáles son las más urgentes e importantes, y asignarles esos “x” billetes de los que disponemos.
En esa lista imaginaria estableceremos de manera decreciente, según nuestras prioridades, cuál será nuestra primera necesidad (la más importante), la segunda, la tercera y así sucesivamente.
Este orden de prioridades es eminentemente subjetivo y personal y a la vez siempre dinámico.
Por ejemplo, podría ocurrir que al salir de su casa por la mañana alguien pensase en ir por la noche al cine, siendo esta su máxima prioridad en ese momento. Si en la mitad de la tarde esa persona cayese enferma, el orden de su lista de prioridades cambiaría de repente y el dinero destinado a la entrada ahora lo deberá utilizar para adquirir medicamentos. La importantísima necesidad de ver una película a las 9 am fue reemplazada a las 4 pm por la de curarse lo más pronto posible.
Constantemente en nuestra vida tenemos instantes en los cuales un acontecimiento inesperado cambia de un plumazo todas nuestras prioridades, haciendo que lo que hasta entonces era algo primordial se convierta en segundos en una nimiedad.
Volvamos a nuestro ejemplo. Supongamos que en el caso del campesino su primera necesidad, la más imperiosa, sea la de alimentarse. Por lo tanto, decide emplear a las Bolsas 1 y 2 para destinarlas a ese fin. Consideremos que su segunda necesidad es la de beber, y que entonces usará a la Bolsa 3 para la destilación de alguna bebida. Su tercera necesidad imaginemos que es la de distraerse, motivo por el cual destinará a la Bolsa 4 para alimentar a unos pajarracos que habitan la zona y lo mantienen entretenido durante buena parte del día. Finalmente, para él es importante contar con una reserva por si algo le ocurriese a las otras cuatro bolsas o para eventualmente intercambiarla por algún otro bien si el día de mañana llegase a cruzarse con alguien. Así es que a la Bolsa 5 la empleará con esa finalidad.
Si el campesino tan solo contase con una bolsa de trigo, ¿a qué la destinaría?: A su alimentación, en virtud de que esa es su necesidad más importante.
Y si en lugar de cinco bolsas de trigo tuviese cuatro, ¿qué necesidad dejaría de satisfacer? La última obviamente. Si sus prioridades siguen siendo las mismas y de cinco bolsas le quedan cuatro, deberá privarse de tener una reserva “por las dudas”.
Esa necesidad era la última dentro de su escala valorativa, la que se encuentra “en el margen” y a la unidad destinada a satisfacerla (en el ejemplo la Bolsa 5) la denominamos unidad marginal.
Las cinco bolsas de trigo idénticas van a tener para el campesino un idéntico valor, pero ese valor análogo estará dado por lo que subjetivamente representa para él la satisfacción de su necesidad menos importante, más remota, más “marginal”, en su lista de prioridades. En el ejemplo, en función de lo que para él representa la Bolsa 5-con la cual satisface su necesidad menos importante-le asignará valor al lote completo de bolsas a su disposición.
No es que la Bolsa 3 valga menos que la 2 o que la 1 vale más que la 4. Recordemos que las mismas son exactamente iguales, que las que son distintas y en orden de importancia decreciente son las necesidades que con ellas satisface.
Y si el número de unidades se incrementase y el campesino pasase a tener a su disposición más de cinco bolsas de trigo ¿qué ocurre?
En ese caso, el valor para él de la unidad marginal será cada vez menor, dado que con esas nuevas unidades podrá comenzar a satisfacer necesidades cada vez menos importantes dentro de su escala de valores.
Así es que si en lugar de 5 bolsas tuviese 500, la necesidad que va satisfacer con la bolsa 500 es menos importante que aquella que atiende mediante el empleo de la bolsa 5.
De esta forma, la Ley de la utilidad marginal nos dirá que a medida que aumenta la cantidad de unidades de un mismo bien (al que valoramos subjetivamente según la dupla utilidad-escasez), el valor de la unidad marginal será cada vez menor. Y como el valor de cada una de las unidades es igual al valor de la unidad marginal, tenemos que si aumenta el número de unidades, el valor de cada unidad es menor.
Resumiendo, conforme la Ley de la utilidad marginal el valor de un bien es inversamente proporcional al número de unidades disponibles del mismo. En otras palabras, cuanto más tenemos de algo, menos vale para nosotros.
Téngase presente esta última definición. Si la entendemos correctamente, habremos dado un gran paso para empezar a entender el fenómeno de la inflación monetaria.
Continuará.
Gabriel Gasave es Investigador Asociado en el Centro Para la Prosperidad Global en el Independent Institute y Director de ElIndependent.org.