Por Álvaro Vargas Llosa
ABC, Madrid
Algún día los historiadores (o los climatólogos, o los zoólogos o los frenólogos) estudiarán por qué, entre La Raya y los Pirineos, el siglo XXI produjo la izquierda más estrafalaria de Europa. Y corresponderá a otras ramas del saber o del pseudosaber desentrañar por qué España tuvo la temeridad de hacer coincidir dos hecatombes mundiales, la financiera y económica hace más de una década y la sanitaria hoy, con responsables políticos que parecen salidos de «Mr. Bean» y de «Yes, Minister», las inolvidables comedias inglesas que protagonizaron Rowan Atkinson y Paul Eddington cuando hacer el ridículo era una forma de hacer televisión, no de gobernar.
¿Por qué diablos no le tocó a España, en esta crisis, una izquierda como la del portugués António Conte, la danesa Mette Frederiksen, la finlandesa Sanna Mirella Marin o el sueco Stefan Löfven, ninguno de los cuales se ha excedido demasiado en las medidas restrictivas y a ninguno de los cuales se le ha ocurrido destruir el tejido empresarial y aprovechar el drama para majaderías ideológicas de barbudo setentero? ¿Por qué no pudieron tocarle a España socios de coalición como los Verdes austriacos, que hoy cogobiernan con los conservadores de Sebastian Kurz, o los socialdemócratas lituanos, que lo hacen con los agrarios, o los Verdes suecos, o los socialistas belgas, todos los cuales sostienen gobiernos que no han convertido sus países en un experimento de regimentación social como el que pretenden las autoridades españolas? Unas autoridades que amenazan con medidas aún más autoritarias e intervencionistas a pesar de ya practicar las más restrictivas de Europa, incluyendo las italianas. Uno sospecha, viendo actuar a estos émulos de «Mr. Bean» y de «Yes, Minister», que no sólo han decretado una cuarentena extrema porque no han sido capaces de lograr -tampoco de permitir- un sistema eficaz de pruebas, identificación y confinamiento parcial, sino también porque en el interior del Gobierno hay cabezas calientes que quisieran explotar la crisis para arrastrar a España al peronismo (otro esperpento digno de sátira inglesa).
Los socialistas, socialdemócratas y verdes de varios países europeos entienden las consecuencias trágicas de mantener encerrada a la gente indefinidamente y de destruir el orden económico y social más o menos liberal. Por eso se oponen, por ejemplo, a los «coronabonos» (excepto el portugués, que acierta en mucho, pero no en esto), una forma de arruinar a los que han hecho las cosas mejor con el pretexto de resolverles a otros el problema derivado de haberlas hecho tan mal. Y por eso han limitado la política de distanciamiento social de forma razonable, y ahora se aprestan a relajar gradualmente las medidas para permitir que las familias y las empresas, sin imprudencias, retomen la normalidad.
¿Por qué le tocó a España esta izquierda estrambótica, descolgada de otra era, caída entre La Raya y los Pirineos como una peste medieval?