Por Alberto Benegas Lynch (h)
Espero equivocarme de medio a medio pero veo un futuro sumamente complicado para nosotros los argentinos. Y no se trata de la pandemia en si que ya bastantes dolores de cabeza nos trae. Este es un tema en el que solo debieran opinar los entendidos en la materia, es decir, inmunólogos, infectólogos y médicos de prestigio. En este sentido estimo de gran relevancia las consideraciones de los distinguidos médicos Pablo Bonvehí del CEMIC y Jorge Geffner de la UBA. En ambos casos sostienen la importancia del aislamiento para evitar contagios, aunque subrayan que todas las jurisdicciones de nuestro país no deben tener el mismo tratamiento por lo que sugieren aplicar el federalismo, es decir la descentralización, también en este plano.
Por su parte el doctor en medicina y parlamentario francés Claude Malhuert, después de fustigar con claridad y precisión a los detractores del liberalismo que sostuvo son consecuencia de prestarle más atención a Robespierre que a Tocqueville, propuso en esta instancia dejar de lado la cuarentena para el caso de Francia. En el otro extremo de las recetas se encuentra el también doctor en medicina Anthony Fauci, asesor en temas de salud del actual gobierno estadounidense, quien insiste en mantener el aislamiento a contracorriente de lo que imprudentemente viene predicando el Presidente de ese país.
Entonces todo no se puede poner en la misma bolsa, depende de las circunstancias por las que se atraviesa pero, como queda dicho, siempre atendiendo a los entendidos y evitar el cotorreo por parte de quienes no conocen de medicina y mucho menos de pandemias.
Pero las preocupaciones de quien ahora escribe estas líneas van mucho más allá del problema de salud y se inscriben en la irresponsable y exponencial expansión monetaria, al tratamiento de nuevas cargas tributarias, al embate contra comerciantes, al tratamiento desaprensivo de la deuda, a las características de los nuevos nombramientos en el gobierno y el consiguiente incremento sideral en el gasto público, al pretendido manotazo a la Justicia, a la eliminación de la oficina correspondiente como querellante en causas de corrupción, a la idea antirepublicana de delegar el tratamiento del presupuesto en la jefatura de gabinete y a los siempre absurdos y contraproducentes controles de precios sobre lo cual me pronuncié en una columna en este mismo medio.
En este contexto a pesar de mis inmensas simpatías por el liberalismo he sugerido en reiteradas oportunidades que estimo no es el momento de insistir en el establecimiento de un partido liberal puesto que estamos sumamente atrasados en la batalla cultural. Esto último lo ejemplifico con un sueco que desea comunicarse en su idioma con una audiencia hispanoparlante para lo cual el primer requisito es que los receptores de su mensaje entiendan sueco, de lo contrario la parla será inútil. Eso ocurre desafortunadamente en nuestro medio, en general aun no se entiende de qué estamos hablando los liberales. Hay muchos deberes que debemos hacer proponiendo debates de fondo al efecto de correr el eje del debate que en su momento obligará a los políticos a modificar sus discursos.
No debe confundirse el plano político con el académico. Desde la tribuna el político debe hacer propuestas que la gente acepta y comprende. Hablarles en sueco no es conducente si la audiencia no entiende esa lengua. Nuestro país estaba a la vanguardia del mundo civilizado desde la promulgación de la Constitución liberal de 1853 hasta el derrumbe con la revolución fascista del 30 acentuado notablemente a partir del golpe militar del 43, una situación que mantenemos hasta nuestros días y que debemos revertir.
Considero que debe ofrecerse apoyo e iniciativas a la actual oposición que se ha constituido merced a la cantidad de personas que clamaron por mantener los principios republicanos esenciales y no como apoyo al fracaso estrepitoso del gobierno anterior. Fraccionar esa oposición no permitirá el espacio necesario y el tiempo que requiere la antes mencionada batalla cultural.
En resumen, espero equivocarme pero vislumbro revueltas de magnitud y esperpentos mayores a los que hemos vivido hasta el presente. Es imperioso apoyar a las fundaciones e instituciones actuales establecidas precisamente para dar esa batalla cultural. Hay que tener en cuenta el pensamiento del marxista Antonio Gramsci: “tomen la cultura y la educación, el resto se da por añadidura”.