Por José Benegas
Armando Ribas siempre tenía un artículo escrito explicando la situación del mundo y del país que adoptó y amó sin reservas, Argentina. Nunca dejó de soñar con que volviera a destacarse como el milagro de libertad que fue después de la organización nacional y la Constitución de 1853. Entendía a Alberdi en toda su dimensión como pocos. Explicaba con conocimiento profundo las raíces filosóficas de la línea liberal que va de la Revolución Gloriosa a la independencia de los Estados Unidos, con su máxima expresión en el prolífico pensamiento de sus padres fundadores. Insistía una y otra vez con diferenciar esa tradición del horror colectivista de la Revolución Francesa. Pero también podía analizar los acontecimientos económicos con solvencia conceptual y rigor técnico reconocido. Era un seguidor consistente de David Hume. Por eso para él no había un Occidente, había por lo menos dos. A ese asunto le dedicó su último libro La falacia de la civilización occidental y uno anterior llamado Quién es occidente.