Por Gina Montaner
El tan aciago 2020 está a punto de concluir y los diarios se han apurado en preparar compendios del año que con casi toda seguridad la mayoría despedirá con más ansias que nostalgia.
El periódico británico The Guardian tituló su separata The lost year (El año perdido) y en las redes sociales de inmediato hubo toda clase de reacciones: desde a quienes les pareció un título muy acertado a otros que, en cambio, lo rechazaron por considerar que, lejos de haber sido un año desperdiciado por la pandemia, el infortunio colectivo ha tenido un valor en la vida de todos.
He de confesar que en un primer momento el titular de marras me pareció que tenía gancho (lo que en inglés llaman catchy), pero, echando la vista atrás desde que estalló la crisis por el coronavirus a finales de enero, pensé que nada de lo vivido, ni siquiera la parte más negra acompañada de muertes y padecimientos en gran parte del mundo, ha caído en saco roto. De este año tan amargo y minado por doquier ha salido a relucir nuevamente la capacidad de sobrevivir de la especie humana.
Precisamente, a la luz de los contratiempos que ha representado la irrupción del coronavirus, en el programa radial “Hidden Brain” de NPR la semana pasada el presentador Shankar Vedantam entrevistó al académico William Irvine, experto en la escuela filosófica de los estoicos fundada por Zenón de Citio en el 300 antes de Cristo. Irvine, autor del libro The stoic challenge: a philosopher´s guide to becoming tougher, calmer and more resilient, resaltó el canon de una corriente fundamentada en el dominio y el control de los hechos y sentimientos que alteran la vida mediante el coraje y el carácter personal, como herramientas útiles para superar los reveses actuales.
Para los estoicos, cuyo pensamiento alcanzó su mayor auge en el mundo grecorromano durante el periodo helenístico, en la vida los obstáculos y desventuras son inevitables. Irvine, que es profesor Wright State University, facilita pautas inspirado en los estoicos que ayudan a encarar con sabiduría las desilusiones y desgracias con las que tarde o temprano nos tropezamos.
alta, relativizar las tragedias que nos asaltan. Ante esta pandemia, sus estudiantes le han planteado que no pueden pensar en algo peor, pero Irvine lo compara al Blitz, término con el que se conoce a los bombardeos a los que Alemania sometió a Londres entre 1940 y 1941 durante la Segunda Guerra Mundial: Acaso, les dice a sus alumnos, ¿es peor resguardarse de un virus en la comodidad de una casa que refugiarse cada noche en sótanos antiaéreos con cientos de desconocidos, sin saber si a la mañana siguiente tu hogar estará en pie? Con el paso del tiempo, lo que hoy nos parece insoportable lo recordaremos como una desventura pasajera.
En efecto, no ha sido un año perdido. En todo caso ha sido un año duro, incluso para muchos ha significado la irreparable pérdida de seres queridos, pero en el confinamiento y la disyuntiva de obedecer medidas de mitigación, ha sido necesario ejercer el autocontrol y poner en práctica acciones que, al protegernos, acaban por proteger a los demás.
En estos meses que por momentos han parecido eternos también se ha diferenciado a los individuos solidarios y racionales de los inconscientes que eligen ignorar los hechos respaldados por la ciencia. Muchas lecciones se han desprendido de esta calamidad que no deben olvidarse a pesar de que la tendencia natural es volver a los viejos hábitos y costumbres una vez que amaina la tempestad.
La llegada de la vacuna es la llave para abrir una puerta y cerrar otra. La oportunidad anhelada de dejar atrás las limitaciones a las que aún nos vemos obligados. El eventual pasaporte para retornar a los restaurantes, los estadios, las grandes congregaciones, las discotecas apretadas, los abrazos sin reservas. Retornar a ese punto que quedó suspendido entre febrero y marzo.
Para los que han practicado el estoicismo en estos meses (y lo que queda por delante) tal vez, como indica el profesor Irvine, estas enseñanzas perduren. Antes de finalizar la entrevista nos recuerda, “Sólo tenemos una vida para vivirla y está sucediendo en estos instantes. Aprendes a apreciarla y a saborearla como la vida más plena posible.”
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