Por Jorge J. Gaston
En la importante festividad de Acción de Gracias muchas familias, disgregadas por todas partes, se reúnen para dar gracias a Dios. En una especie de reunificación familiar cuentan sus vivencias, los éxitos y fracasos desde la última celebración al tiempo que degustan del delicioso y tradicional pavo en una mesa adornada de una manera distinta a la de todos los días.
Es una celebración que recuerda la llegada de los peregrinos y sus esfuerzos por encaminar sus vidas en un país inhóspito, enfrentando numerosos tropiezos, desde el recibimiento no muy amigable por parte de algunas tribus de indios hasta enfermedades desconocidas que diezmaban a las familias.
Así y todo continuaron luchando con más fuerza y decisión y al finalizar la primera cosecha en aquellas tierras labradas con sudor y lágrimas observaron con júbilo que el esfuerzo no había sido en vano. Por primera vez disfrutaron de una abundancia que para ellos fue una bendición del cielo. Hasta invitaron a los nativos a participar de la festividad.
Los miles de inmigrantes que a diario arriesgan la vida por llegar a este país representan en gran medida a aquellos que llegaron huyendo de la persecución política y religiosa en sus países de origen.
Estos llegan igualmente huyendo de las carencias en sus países, y muchos de lo que casi es más importante que el alimento: la falta de libertades y un futuro digno tan incierto como imposible, como es el caso de Cuba.
Por eso, los inmigrantes de cualquier país debemos dar gracias no solamente en el día señalado en el calendario, sino en todos los días del año.
Así, en la mayoría de los casos, al llegar a Estados Unidos, cuando comienzan los tropiezos no encontramos el trabajo que nos gustaría, desconocemos el idioma, no recibimos la ayuda que habíamos esperado de algún familiar o amigo, debemos crecernos como hicieron los peregrinos.
Tenemos que trazarnos un plan de acción que comienza con el estudio del inglés; buscar las agencias de ayuda a los recién llegados, y sobre todo respetar las costumbres y leyes de la nación.
El sistema de vida en una sociedad capitalista como ésta gira en torno a un consumismo extremo. Una publicidad intensísima, muchas veces subliminal, lleva a comprar cosas que no hacen falta. Aquí no basta con vivir, sino que hay que saber vivir, sobre todo no gastar nunca más de lo que se gana.
Obtener y mantener el crédito es imperativo en esta sociedad. En ello puede estribar la anhelada compra de la casa, una parte importante del sueño americano.
Este es un país de triunfadores. Sólo que hay que saber escoger la verdadera senda del triunfo y no salirse de ella.
Estados Unidos ofrece oportunidades infinitas para todos por igual. El cielo es el límite es una frase tan común como la del sueño americano. Pero hay momentos en que el cielo esta aún muy lejos y el sueño a veces parece una pesadilla.
Cuando eso pasa debemos pensar que, por muy mala que sea la situación en que nos encontremos, la que teníamos en el país que dejamos atrás es mucho peor. Por eso el optimismo debe primar en todos nuestros planes, así como la confianza en nosotros mismos; organizar nuestra economía y trazarnos planes concretos y no salirnos de ellos jamás.
Demos gracias a Estados Unidos.