Por Roberto Cachanosky
Aparentemente, el optimismo que pretendieron alentar algunos medios sobre un inminente acuerdo entre Argentina y el FMI, no está teniendo el resultado esperado. No es que el Fondo sea la Inmaculada Concepción en materia económica. Es más, los kichneristas, que se proclaman keynesianos de izquierda, parecen desconocer que los dos economistas que impulsaron la creación del organismo de crédito bilateral en Bretton Woods en 1944 fueron el inglés John Maynard Keynes y Harry Dexter White.
Los mismos kirchneristas que cantan contra el FMI, se proclaman keynesianos y progres de izquierda, desconocen que Keynes fue el economista representante de Inglaterra en el Bretton Woods y Harry Dexter White, el representante norteamericano fue un espía soviético. Tanto el FBI como los archivos secretos de la ex Unión Soviética muestran que White pasaba información secretar a los comunistas soviéticos. Digamos que White era un k adelantado.
Dejando de lado el aspecto anecdótico de la historia del FMI, lo cierto es que el Gobierno, de cara a las elecciones, se muestra duro con el FMI diciendo que esa institución financió la campaña de Macri en 2019 y que antes de pagarle al FMI, primero están los argentinos que pasan hambre.
El discurso, como todo discurso populista, luce contundente y emocionante, pero la realidad es que el problema no pasa por pagarle al FMI, sino por tener un plan económico consistente que le permita a la Argentina atraer inversiones, generar puestos de trabajo y salir de su larga decadencia.
Argentina ingresó al FMI en 1956 y desde entonces firmó 27 acuerdos con dicha institución, la mayoría de esos acuerdos son Stand By. Sin embargo, tantos acuerdos con el FMI no solucionaron los problemas de decadencia argentina.
El gran engaño en que viven los políticos es que creen que el FMI es el diablo personificado o la tabla de salvación. En rigor el FMI no es ninguna de las dos cosas.
Sus recetas para solucionar los problemas económicos estructurales son bastante pobres. Se limitan a pedir equilibrio fiscal sin importarle si ese equilibrio es vía aumento de impuestos o baja del gasto público. El tema de la correcta asignación de recursos productivos e incentivos a la inversión es ignorada por la mayoría de los burócratas del FMI, aunque cabe destacar que hubo y hay buenos economistas dentro de la institución, pero pasan desapercibidos.
¿Necesita el gobierno argentino presentarle un plan económico al FMI para reformular el acuerdo que cae en marzo del año que viene? Como todo deudor que tiene que renegociar una deuda que no puede pagar, es indispensable presentar un plan de negocios (un plan económico) que convenza al acreedor que si renegocia el crédito podrá cobrar.
Sin embargo, aunque mañana el FMI le dijera al gobierno argentino que le condona toda la deuda, no se resolvería el problema de falta de crecimiento económico, ni se frenaría la inflación, tampoco vendrían inversiones ni bajaría la pobreza.
El gráfico 1 muestra que haberle pagado al contado toda la deuda al FMI en enero de 2006 no significó una era de prosperidad, justamente.
Como puede verse en el gráfico, luego de cancelar la deuda con el FMI, el PBI crece 3 años seguidos, cae en 2009, se recupera en 2010 y a partir de 2011 se estanca. Es decir, llevamos 10 años de estancamiento económico. En casi toda la era k de Cristina Fernández de Kirchner, el PBI quedó estancado y cuando aumentó fue más por el viento de cola de la soja que por virtud de la política económica k o bien por no tener que negociar con el FMI.
En definitiva, Argentina no crece o deja de crecer por el FMI, sino por las horrorosas políticas económicas populistas que lleva a cabo.
Es más, el ministro Martín Guzmán renegoció USD 66.000 millones con acreedores en bonos que estaban en default en agosto de 2020 y en ese momento el riesgo país bajó a 1.100 puntos básicos en septiembre y ahora el riesgo país supera los 1.700 puntos. Es decir, la falta de credibilidad es mayor hoy a cuando se renegoció la deuda. El mercado esta descartando otro default de Argentina.
No va a ser sencillo llegar a un acuerdo con el FMI porque el desequilibrio macroeconómico es tan grande que requiere de reformas estructurales de tal envergadura que no están ni en la filosofía del kirchnerismo ni en el interés del gobierno de pagar el costo político de hacer las reformas necesarias.
Por el contrario, cuando el kichnerismo comete un error, no lo corrige. Al contrario, considera que tiene que duplicar la dosis del error que cometió. Si los controles de precios no funcionan, no los levantan, van por más controles porque consideran que fueron blandos en la política que aplicaron. Siempre duplican la apuesta.
Pero el dato relevante no es si Argentina va a llegar a un acuerdo con el FMI. En caso de no llegar a un acuerdo, Argentina perdería los pocos créditos que recibe del Banco Mundial, del BID o de algún otro organismo multilateral y no se ve que pudiese haber mayores problemas porque el mercado ya descuenta la insolvencia del gobierno argentino. Que el riesgo país pase de 1.700 puntos a 4.000 pb no modifica nada. Argentina es insolvente en cualquiera de los dos casos.
El dato relevante es que, hoy Argentina no solo no tiene un plan económico consistente, sino que tampoco tiene un gobierno que genere la más mínima credibilidad.
Sin credibilidad política, no hay plan económico consistente que pueda funcionar. Y sin credibilidad política y sin un plan económico consistente, el futuro de Argentina luego del 14 de noviembre, con resultado más adverso para el oficialismo o ganando el oficialismo, es un kirchnerismo duplicando la apuesta y llevando el país a un abismo. Más dosis de populismo.
Lo único que falta saber es la velocidad a la que el kirchnerismo llevará el país al precipicio y cuáles serán los destrozos luego de la caída.