Por Roberto Cachanosky
A pesar de la licuación de parte del gasto público 2021 con el denominado impuesto inflacionario, el déficit fiscal acumulado en el período enero-noviembre, sin incluir el “invento” de las rentas de propiedad del Banco Central, principalmente, y del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, sumó 1,5 billones de pesos.
Si se le restan el equivalente en pesos de los USD 4.334 millones en DEG que recibió el Banco Central del FMI por el aumento del capital del organismo y que transfirió al Tesoro a cambio de una Letra de largo plazo, el déficit total de las finanzas públicas se eleva a $1,9 billones. Un verdadero descontrol fiscal, porque como contrapartida el incremento del gasto público el Estado no brinda servicios básicos de calidad, como seguridad, defensa, etc.
Solo con ver la composición de gasto público se observa una gigantesca masa de recursos que son transferencia de fondos de los que generan riqueza hacia los que viven de la riqueza que generan otros. Situación que no se da en forma ocasional y transitoria, sino que viene de un largo período de creciente “Estado presente” es decir “estado de bienestar”. Gigantescos y crecientes recursos destinados a los que se denomina gasto social pero que no evitan que la Argentina registre cada vez más pobres, indigentes y jubilados agonizando con el nefasto sistema de reparto. En definitiva, es por ese gasto “social” que Argentina tiene cada vez más pobres, indigentes y desocupados.
Semejante déficit fiscal lleva a una fenomenal expansión monetaria y de deuda del BCRA y del Tesoro, al punto que se financió en un 80% con emisión de dinero. Esa fuente se ha transformado en el principal ingreso de la Administración Central, considerando que representa el impuesto inflacionario no legislado.
En el período enero-noviembre 2021 la emisión monetaria por Adelantos Transitorios y por Transferencias de utilidades del Banco Central fue el ingreso más importante del Tesoro aun incluyendo los DEG que el FMI le transfirió a la Argentina en forma excepcional, como al resto de los países miembros.
Como puede verse en el gráfico, sin incluir la emisión monetaria contra los DEG, aunque habría restarla porque finalmente se hizo a cambio de recibir el BCRA Letras Intransferibles del Tesoro, ese recurso se constituyó en el ingreso más importante de la Tesorería, relegando al segundo lugar a lo que percibió de la recaudación del IVA, luego aportes personales sobre la nómina salarial y otros tributos.
Es de imaginar que cuando se incluyan los giros de diciembre, mes en el cual el BCRA emitió $345.000 millones hasta el día 20 de diciembre, puede llegar a batirse el récord de emisión mensual para financiar al Tesoro, hasta ese momento solo superado por octubre con $352.712 millones.
No es novedad, la emisión monetaria viene con dos años de verdadero desborde. Para ponerlo en forma sencilla, basta observar entre noviembre de 2019, último mes del gobierno de Mauricio Macri e igual mes del corriente año, la cantidad física de billetes de $1.000 en circulación aumentó 5,5 veces.
No sólo eso, mientras que, según los precios que utiliza el Indec para medir la inflación, con un billete de $1.000 en noviembre de 2019 se podían comprar 9,4 kg. de pan francés; o 3,8 Kg de asado; o 20 litros de leche común, y dos años después apenas se podía adquirir 4,9 kg de pan; 3,8 kg de asado y 11,2 litros de leche.
La contrapartida del fenomenal impuesto inflacionario y quedarse casi sin reservas, fue que el BCRA incrementó la deuda en Leliq y Pases netos con el sistema financiero en 4,4 veces en 2 años.
Esa deuda del BCRA creció durante el gobierno de Alberto Fernández en el equivalente a USD 23.666 millones, más de un tercio del aumento total de la deuda pública en esos dos años, que fue de USD 63.881 millones, según los datos de la Secretaría de Finanzas.
Si el Gobierno no está dispuesto a llevar a cabo reformas estructurales para bajar el gasto público, la única herramienta para reducir el déficit fiscal será licuar el gasto público y, por eso, la inflación continuará siendo una herramienta clave de política fiscal en su gestión.
Sin duda, el kirchnerismo está fumando en la destilería.