Es grave cuando los exponentes de la política miran hacia un costado y cierran los ojos, desentendiéndose de la voluntad popular.
Hace un mes la mayoría de la gente votó por más verdad, más transparencia, más respeto a las instituciones, menos populismo, menos autoritarismo y menos privilegios. Jorge Fernández Díaz expresó ayer un concepto importante. Con un abrumador triunfo en las elecciones de medio tiempo, el republicanismo democrático adquirió dimensión de “pueblo,”, desbancando al “pseudoperonismo” kirchnerista, que siempre pretendió monopolizar ese título. Muchos festejamos esta nueva realidad.
Sin embargo, para nuestra decepción, pocas horas atrás ocurrió un hecho de extrema gravedad. Oficialismo y oposición mancomunados (aunque divididos) votaron en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires una modificatoria a la ley limitaba la reelección consecutiva de los intendentes y otros funcionarios distritales. Las excusas fueron muchas. Es cierto que la reglamentación de dicha ley de 2016 era en cierto modo defectuosa y daba lugar a “picardías” por parte de aquellos que pretenden perpetuarse en el poder, así y todo, los legisladores debieron ser más sensibles para registrar la voluntad de la sociedad
Sabemos cuáles son las consecuencias de lo sucedido el martes pasado. El conurbano bonaerense, con sus casi once millones de habitantes, representa el 25% de la población del país y el 64% de la provincia de Buenos Aires. No es un territorio más, es el distrito por excelencia, que define cualquier elección. Por lo tanto, lo saludable es una reconfiguración territorial que equilibre los tantos para lograr de una vez por todas una Argentina viable. Hay proyectos en este sentido, como el recientemente presentado por Esteban Bullrich, que deben ser debatidos en profundidad y aprobados como un elemento de madurez institucional de nuestro país.
La ley de anteayer va en sentido contrario ya que incrementa el poder y protagonismo de los mismos de siempre. Los de los planes, los punteros, la inseguridad, los negociados, y la lista sigue.
La alternancia en el poder es la verdadera esencia de la democracia republicana. Nuevamente la rosca política y los codazos por perpetuar liderazgos disolventes le ganaron a la sensatez del pueblo. Eso sí, vale rescatar a aquellos que, interpretando las señales, no acompañaron esta reforma.
Como reflexión final se debe tener presente que las leyes están para orientar en forma virtuosa y no para blanquear desatinos generales o intereses particulares establecidos por decreto.
La autora es analista de política nacional e internacional.