Por Robert Higgs
Publicado originalmente el 2 abril de 2011
Todo el que me conoce bien sabe también que venero a mi padre. Hace dos años, en el centenario de su nacimiento, escribí un breve recuerdo de él como homenaje al hombre más importante de mi vida, la clase de hombre que bien podría inspirar a otros, tal como me inspiró a mí. Teniendo en cuenta el gran aprecio que tengo por mi padre, alguien podría deducir que no tengo mucha estima por mi madre (Doris Geraldine Higgs, de soltera Leiby, 14 de mayo de 1917 - 25 de mayo de 1980). Sin embargo, esa suposición sería errónea. Aunque mi madre fue en muchos aspectos un tipo de persona diferente a mi padre, tuvo también una gran influencia en el menor de sus hijos (Bobby Larry, como ella me llamaba). Al reflexionar sobre mi relación con ella, he llegado a creer que, en un aspecto extremadamente importante, influyó en mí exactamente de la misma manera que mi padre, es decir, me hizo apreciar la alegría de trabajar y de encarar el trabajo con ganas y correctamente, en lugar de hacerlo a regañadientes y de modo descuidado.
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