Por Andrés Oppenheimer
El Comercio, Lima
Los candidatos izquierdistas lideran cómodamente las encuestas para las elecciones de este año en Brasil y Colombia, lo que parecería indicar que la región se inclinará más hacia la izquierda. Pero, incluso si eso sucediera, es poco probable que veamos un regreso a los populismos radicales de principios de los años 2000.
Más que un cambio ideológico, lo que estamos viendo en la región es una fuerte reacción contra los gobiernos de turno, cualquiera que sea su color político.
Los candidatos antigubernamentales ganaron 12 de las últimas 13 elecciones presidenciales latinoamericanas desde el 2019, según un recuento reciente del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA). La única excepción fue Nicaragua, cuyo dictador realizó una elección fraudulenta para permanecer en el poder.
Si la tendencia antioficialista continúa, es probable que los gobiernos de derecha o centro-derecha de Brasil y Colombia sean los siguientes en sufrir derrotas electorales.
Sin embargo, todavía puede haber sorpresas. En Colombia, el exguerrillero del M-19 Gustavo Petro, quien ha sido alcalde de Bogotá, lidera las encuestas con el 35% de los votos, once puntos por encima de su rival más cercano, el candidato de centro-derecha Federico ‘Fico’ Gutiérrez.
Pero Petro tiene problemas en ganar el voto moderado. Si no gana en la primera vuelta, el 29 de mayo, puede ser derrotado en la segunda vuelta en el mes de junio. Sus rivales de centro-derecha se unirían contra él, presentándose como un izquierdista radical, y pueden ganar.
En Brasil, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien gobernó entre el 2003 y el 2010, y luego estuvo 580 días en la cárcel acusado de corrupción, tiene el 40% de la intención de voto para las elecciones de octubre, según una nueva encuesta de PoderData. El actual presidente de derecha Jair Bolsonaro está más atrás con un 35%, según la misma encuesta.
Aun así, existe la posibilidad de que surja un candidato centrista antes de las elecciones. La arrogancia de Bolsonaro y los pobres resultados de su gestión han hecho que muchos de sus exseguidores quieran apoyar a otro candidato.
Pero incluso si Petro y Lula ganaran, sería poco probable que adoptaran una agenda extremista de nacionalizar empresas o cerrar medios independientes, como lo hizo Venezuela.
En Brasil, Lula ha elegido como compañero de fórmula al exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, quien es visto como cercano a la comunidad empresarial. La moneda de Brasil, el real, no se ha visto debilitada por una fuga de capitales, a pesar del ascenso de Lula en las encuestas.
A diferencia de lo que sucedió en América Latina a principios de la década del 2000, cuando Hugo Chávez y otros líderes radicales de izquierda llegaron al poder y se beneficiaron de los precios mundiales récord del petróleo y otras materias primas, los presidentes recién elegidos encontrarán sus arcas gubernamentales casi vacías. Y es difícil ser populista cuando no hay dinero para regalar.
Además, aunque ganaran, Petro y Lula enfrentarían una fuerte oposición en sus respectivos Congresos, sistemas de justicia independientes y una prensa vigilante, lo que les dificultará embarcarse en experimentos radicales.
Eso mismo está pasando en el Perú, donde el presidente de ultraizquierda Pedro Castillo se ha visto obligado a despedir a varios de sus ministros más radicales y está luchando para evitar un voto de censura en el Congreso que podría obligarlo a renunciar.
Resumiendo, una nueva presidencia de Lula en Brasil parece algo más plausible que un gobierno de Petro en Colombia. Pero incluso si ambos fueran electos, no existirían las condiciones económicas para embarcarse en las aventuras populistas que quebraron a varios países de la región hace dos décadas.
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