Por Mario Vargas Llosa
Instituto Libertad y Democracia
Publicado originalmente en “Dependencia y Desarrollo en Debate”, Lima, 1983
El nacionalismo es una aberración, es la cultura de los incultos. Trae estancamiento porque ninguna cultura se ha hecho sola y la originalidad no está reñida con las influencias. Lo demuestran casos como el de Rubén Darío, Octavio Paz y Jorge Luis Borges. La cultura se fortalece abriendo puertas y ventanas, de par en par, a todas las corrientes intelectuales, científicas y artísticas, estimulando la libre circulación de las ideas.
El autor reclama en el ámbito de la cultura misma libertad y el mismo pluralismo que deben reinar en lo político y en lo económico en una sociedad democrática. El Estado debe crear las condiciones más propicias para la vida cultural e inmiscuirse lo menos posible en ella. No debe imponer ni privilegiar doctrinas, teorías o ideologías, sino permitir que éstas florezcan y compitan libremente. A los intelectuales y productores culturales de todo orden les incumbe una tarea audaz y formidable: la vida cultural no puede ser hoy, como ayer, una actividad de catacumbas, de clérigos encerrados en conventos o academias, sino algo a lo que puede y debe tener acceso el mayor número.