Por Gabriela Calderón de Burgos
Hay un periodo de casi ocho años (2000 - 2008) en el que la dolarización funcionó bien sin necesidad de todo un aparataje de regulaciones, impuestos y medidas proteccionistas en el ámbito del comercio. Hasta que llegó Correa, un enemigo declarado de la dolarización, y convenció a muchos de que esta necesita de más intervencionismo económico para sobrevivir. Nada más apartado de la realidad. La dolarización es dura de matar porque se fundamenta en la preferencia abrumadora de los ecuatorianos por el dólar frente a las alternativas reales disponibles.
Correa escribió un plan para desdolarizar la economía que está disponible en la web (“De absurdas dolarizaciones a uniones monetarias”). Los pasos incluidos para desdolarizar incluían (1) concentrar divisas en el BCE (las reservas bancarias) e imponer controles a la salida de capitales (el impuestos a la salida de divisas, ISD); (2) circular la nueva moneda nacional al mismo tiempo que el dólar, estableciendo un tipo de cambio fijo entre las dos (aquí nos podemos imaginar lo que se pretendía con el fracasado dinero electrónico del BCE); y, (3) “una vez desdolarizada la economía en la medida de lo posible, se requeriría una depreciación de la moneda nacional que corrija la distorsión de los precios relativos”, es decir, disminuir el ingreso real de los ecuatorianos.
Cuando se inició la peligrosa práctica de usar las reservas para financiar el gasto público, se dio un descalce brutal, que todavía no se termina de subsanar, aunque hoy están cubiertas las reservas del sistema financiero depositadas en el BCE. Hasta fines de agosto, de la liquidez total del sistema financiero privado ($ 7.971 millones), 42,8 % ($ 3.412 millones) está depositado en el BCE. Si el próximo gobierno decide volver a la práctica de financiarse usando fondos de las reservas, se arriesga a causar una corrida bancaria, o a restringir la oferta de crédito y el crecimiento del circulante, presionando al alza las tasas de interés.
(...) en dolarización, tampoco es necesario tener un banco central, más bien, es peligroso.
La mayor parte del circulante en una economía (dolarizada o no) con un sistema bancario de encaje fraccional la crean los bancos comerciales. Mediante la concesión de créditos expanden los depósitos, siendo que el préstamo que usted recibe para construir su casa se convierte en el depósito del constructor y demás personas involucradas en el proyecto. Los bancos hoy tienen $ 44.000 millones de depósitos, una liquidez de $ 7.971 millones y una cartera bruta (total de créditos concedidos) de $ 40.937 millones.
El economista Steve Hanke explica que importa mucho más el “dinero bancario” que el “dinero estatal”, constituyendo el primero en 2018 un 78 % de la oferta monetaria ampliamente definida en Estados Unidos (M4). Por esta razón, agrega, “la retórica populista de políticos que atacan a los bancos y las regulaciones financieras están obstaculizando el crecimiento del dinero bancario y de la actividad económica”.
Si realmente se quiere fortalecer la economía, los candidatos deberían mirar el modelo de apertura financiera panameño o, mejor aún, Singapur. No es necesario ni deseable centralizar las reservas bancarias, controlar las tasas de interés y los movimientos de capitales imponiendo trabas como el ISD. Finalmente, en dolarización, tampoco es necesario tener un banco central, más bien, es peligroso.