Por Miguel Anxo Bastos Boubeta
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Es muy difícil realizar pronósticos en política y mucho más en situaciones como la que ha resultado del escrutinio de los votos en las elecciones generales del 23 de julio de 2023. Por supuesto, el resultado es anárquico, como acostumbra a ser siempre en un gobierno que requiere de coaliciones. Pero en este caso lo es aún en mayor grado.
Un gobierno de coalición
Un gobierno de coalición en principio requiere que se agrupen varios grupos de diputados, asociados estos a partidos, aunque a veces actúan por su cuenta, dado que el escaño en España es “suyo”. Y pactan quienes de ellos van a ocupar los cargos de mayor poder y prestigio dentro del nuevo gobierno. Pero aún siendo anárquica, hay ciertas reglas tácitas en las coaliciones que podrían dificultar, no impedir, cualquier coalición. Pues si no, lo más fácil sería la llamada coalición mínima dominante.
Esto es, la coalición que sume reuniendo el número mínimo posible de fuerzas. Por ejemplo, una coalición PSOE, Sumar y Vox sumaría para formar gobierno. U otra PP, Vox, Bildu. Pero aunque no existiendo ningún obstáculo legal alguno a que se den, sí que existen vetos tácitos, bien conocidos por los jugadores políticos, para que ese tipo de coaliciones se produzcan.
La política democrática es un juego con vetos, pero la gracia del juego es que estos vetos pueden ser eludidos por sorpresa descolocando al rival. La jugada de Pedro Sánchez hace cuatro años pactando con Bildu y ERC (pese a prometer en campaña lo contrario), ambos supuestamente vetados por los grandes partidos “constitucionalistas” del régimen, alteró sustancialmente el panorama político español. De hecho, el aparente refrendo de una parte sustancial de los electores a tal maniobra hace que tales vetos desaparezcan y se quieran sustituir por otros nuevos como el de no pactar con la supuesta “ultraderecha” de Vox.
Disciplina de voto
Tampoco existiría obstáculo alguno a que un grupo de diputados de un partido rompa la disciplina de voto, como los socialistas “buenos” a los que se refería el ex portavoz de Vox Espinosa de los Monteros, y apoyen a un gobierno de otro partido. Hay muy pocas posibilidades de que tal fenómeno se dé, aunque no es algo imposible. Y no se da, porque los diputados díscolos no ganan nada en la operación. Al votar contra el partido quedan sin opciones de repetir en las siguientes elecciones y muy probablemente no sería bien vistos, por lo menos a corto plazo, en él los partidos rivales que no podrían integrarlo a corto plazo.
Su partido aparecería como una organización que no es quién de controlar a sus diputados y probablemente acabaría dividida en facciones o disuelta, lo que también llevaría a que a medio plazo esos diputados perdiesen su puesto, aún en el caso de que no hubiesen sido expulsados. Quedarían, eso sí, con la gratitud y el respeto de la parte de España que coincidiese con ellos, y con la buena conciencia de una acción noble y con la animadversión de antiguos amigos y compañeros de filas y con la llamada en algunos medios anti-España que a veces es más grande que la otra.
Descartada la adquisición de votos de diputados socialistas, pasemos a analizar cuáles son las posibles estrategias de investidura. Para ello analizaré los dos principales bloques en los que se configura la política española.
El bloque de la derecha
El bloque de la derecha aparentemente debería tenerlo fácil, pues si se suman todos los partidos de esta tendencia dan 184 escaños. Pero es aquí donde aparecen los vetos cruzados, por ejemplo, de Vox y Junts, que incluyen incluso una acusación particular del partido de Abascal contra Puigdemont. El PNV, por su parte, parece sentirse más cómodo con el bloque progresista, de hecho gobierna en coalición con el PSOE en el País vasco, y ha manifestado su intención de apoyarlo (salvo que sea una estrategia para negociar una mejor contraprestación a su apoyo al PP).
También podría ser que el PP usase a Coalición canaria, socia del PNV en las elecciones europeas, como intermediaria para llegar a acercamientos. En un principio, Vox parece haberse echado a un lado y ha manifestado su apoyo a la investidura de Feijóo si este consigue los apoyos, por otro lado. En principio parece oponerse a un pacto con Junts, pero cabría esperar que VOX, después de sus conflictos internos, no tenga gran interés en una repetición de elecciones. Tampoco le conviene aparecer delante de los votantes de derechas como el culpable de la investidura de un gobierno que ellos denominan de destrucción nacional.
Una España rota y roja
Pactando con Junts podría haber una España rota, pero dejar gobernar a Sánchez implicaría también una España rota y además roja, por usar la vieja metáfora de Calvo Sotelo. El pacto del PP con Junts es casi imposible, por las diferencias que ambos mantienen sobre la cuestión nacional. Pero de haber alguien capacitado para hacerlo ese es Núñez Feijóo, que fue presidente durante años de una comunidad autónoma en la que la cuestión nacional está presente. Y sobre todo porque su partido, al haber integrado en su momento a los nacionalistas gallegos de derecha, ocupa un papel semejante al que Junts o sus antecesores de Convergencia Democrática de Catalunya jugaban antes del proces. Papel que siguen en buena parte desempeñando: el de agrupar a los votantes de derecha con sentido identitario catalán.
De hecho, desde un punto de vista sociológico, los votantes de PP y Junts provienen de los mismos estratos de población y comparten entre sí la mayor parte de valores, salvo el de la identidad nacional. En su negociación con Junts podría jugar a favor de Feijóo la emergencia de una fuerza de ultraderecha identitaria, pero de perfil independentista catalán. Ésta no vería con buenos ojos una hipotética deriva izquierdista y españolista de Junts en el caso de apoyar al gobierno de progreso liderado por Sánchez. Y podría presentarse a las elecciones autonómicas catalanas amenazando sus resultados. Recordemos que para un partido nacionalista no es precisamente un timbre de gloria el participar en la gobernación del estado español y que Esquerra perdió muchos apoyos precisamente por aparecer como un partido sumiso al PSOE español.
Las bazas de Feijoo
Sin embargo, la principal baza negociadora de Feijoo, dejando aparte los vetos ideológicos, es que Feijoo sólo necesita del apoyo de uno de los dos partidos nacionalistas de derecha del parlamento español y con el apoyo de solamente uno de los dos saldría seguro, claro está de mantener Vox su palabra de dejarle libertad de pacto. Esto es muy relevante a efecto de negociar, porque lo que más podrían temer Junts o PNV es que Feijoo fuese quien de pactar con alguno de los dos, dejando a la otra fuerza totalmente descolocada.
Imaginemos un pacto del PP (conVox) con Coalición Canaria y los nacionalistas vascos, que sumaría mayoría por los pelos. En esa situación toda la capacidad negociadora de Junts quedaría reducida a cenizas y con ella todas las concesiones que esperaba obtener. Se convertiría en un partido irrelevante a efectos de gobernación y sería una situación con difícil explicación a sus electores.
La constitución de la mesa del Congreso
Algo semejante le ocurriría al PNV si Feijoo pudiese negociar un apoyo o más probablemente una abstención con los nacionalistas catalanes. Aún a pesar de contar con una mejor capacidad negociadora, es muy posible que se impongan los vetos o el mayor atractivo de pactar con el PSOE, que les sirve de apoyo en sus respectivos gobiernos locales o autonómicos.
La constitución de la mesa del congreso fue un buen ejemplo. Las izquierdas y los nacionalismos de derecha fueron quienes de pactar y obtener la mayoría frente a la incapacidad de las derechas españolas de obtener apoyos, incluso votando a candidatos diferentes, Vox y PP. La imagen que dieron desde luego no parece apuntar a que sean capaces de ofrecer una oposición bien coordinada, lo que aún en el improbable caso de que consiguiesen la investidura no presagia una legislatura fácil, al menos a la hora de legislar o elaborar políticas públicas consensuadas.
El bloque de la izquierda
El ámbito de la izquierda es aparentemente mucho más complejo. No sólo son muchos más los partidos necesarios para acordar una investidura exitosa, sino que algunos de los partidos que podrían integrar la coalición van a entrar en un lapso breve de tiempo en competencia electoral con sus socios de coalición. Esto puede llevar a una competición por lograr el favor y la atención del líder, Pedro Sánchez, quien podría inclinar la balanza con medidas que favorezcan más unos que a otros a la hora de satisfacer las demandas expuestas en el proceso de formación de la mayoría.
En este caso, quien lleva las de perder son los partidos de izquierda nacionalista, pues están presos por su propio discurso de lucha contra la “ultraderecha”. Al proclamar en sus programas que nunca dejarían gobernar a las fuerzas de la reacción, no les queda otra alternativa que apoyar a Sánchez. O de no querer hacerlo forzar una repetición electoral. La repetición electoral puede ser una opción para alguna de ellas, pero siempre con el temor de obtener peores resultados o con la posibilidad siempre latente de que esta vez la derecha sí sea capaz de sumar.
Sánchez y los nacionalistas de derecha
Obviamente, esto siempre antes de votar la investidura, pues una vez investido Sánchez sólo le queda la opción de no apoyar sus medidas, pues de no hacerlo triunfarían las propuestas de las derechas. Ya ni consideremos la hipótesis de una moción de censura, pues tendrían que votar a Feijoo, de ser este el líder propuesto por el PP para la moción (ninguna otra fuerza puede plantearla por sí sola). El líder del PSOE sabe esto perfectamente y tenderá a hacer ofertas de menor calado que a las fuerzas nacionalistas de derecha, que al no estar presas del discurso de izquierdas sí tienen mayor capacidad de actuación, pudiendo estas explicar más fácilmente a sus electores su abstención o incluso el apoyo a un gobierno encabezado por Feijjo al justificarlo en contrapartidas o en alguna otra razón como la afinidad ideológica.
Sin embargo, aún teniendo mejores bazas negociadoras, todo apunta, sin embargo, a una investidura de Sánchez, no sólo por los vetos, que también, sino por la audacia y la habilidad negociadora de este, que salvo que sea contrarrestada con una estrategia aún más audaz por parte de Feijoo. Esto le llevará a convencer a un número considerable de fuerzas de ideologías variadas y aún contrapuestas. Pero aun así sigue siendo un juego abierto en el que todos pueden usar sus estrategias y no sólo los números, sino la capacidad política cuentan. Veremos qué es lo que puede pasar.