Por Miguel Anxo Bastos Boubeta
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La cuestión del posible colapso del capitalismo nos lleva necesariamente a tratar de comprender a la inversa las razones históricas de su éxito y a analizar las condiciones en las que este puede operar. Como señalamos en el artículo anterior, el capitalismo solo puede desaparecer si desaparece de la mente humana la forma en que este funciona. Y mientras subsista en la mente de algún humano, este puede persistir.
Socialismo a pequeña escala, capitalismo a gran escala
Aquí se plantea la primera cuestión, la de si el capitalismo precisa de una escala mínima para poder subsistir. Esto es, aplicando al capitalismo una de las preguntas clásicas del marxismo, si puede existir el capitalismo en un sólo país o precisa de operar a nivel global. El socialismo funciona mejor cuanto más reducida es su escala, pues tiene necesariamente que operar con la disciplina de los precios de mercado mundiales a la hora de asignar los suyos. Y necesariamente tendría que aplicarlos a su comercio exterior. En contraste, el capitalismo funciona mejor cuanto más amplios son los mercados y los espacios que operan bajo este sistema.
Y nada mejor para que la escala económica en el capitalismo opere correctamente que la escala política sea a su vez lo más pequeña posible. Si hacemos caso a Jean Baecheler, el capitalismo habría nacido en la anarquía medieval con decenas o centenares de unidades políticas operando en el pequeño espacio geográfico europeo. La escala propia del capitalismo es la del mundo, mientras que la del socialismo es la de la pequeña escala. Y cuanto más pequeña, mejor. Pues el imperativo del cálculo económico se reduce.
La extensión del capitalismo
Un comuna, monasterio o una familia pueden aplicar el socialismo mejor que un estado mundial que quiera planificar a gran escala. En este caso, quedaría sumido en el caos por falta de precios, o ni siquiera referencias de producción de otros países. Aún así, el capitalismo puede funcionar a escala muy reducida, incluyendo al individuo. Nos lo muestra el ejemplo de Robinson creando sus propias herramientas en una isla aislada, aplicando nada más que el ahorro y el cálculo más o menos intuitivo de la duración de los procesos productivos. Es ejemplo que Eugen Bohm-Bawerk desarrolla muy bien en su excelente (y poco valorado) tratado La teoría positiva del capital.
La historia nos muestra que, en sus orígenes, el capitalismo estaba circunscrito a unas pocas regiones europeas. Especialmente en Flandes, o algunas comarcas inglesas. Desde ahí, básicamente por imitación, fue más o menos rápidamente se extendió a otras partes del mundo. No a todas, pues, como comentamos en el artículo anterior, aún existen vastas regiones del orbe que aún no han adoptado de forma significativa esta forma de entender los procesos económicos. Puede ser porque conservan aún formas económicas precapitalistas, o porque aún mantienen gobiernos con ideologías socialistas o estatistas.
Desde luego que la adopción del capitalismo no debe ser obligatoria ni mucho menos planificada. Pero quien no lo adopte de forma consciente debe asumir las consecuencias. Y de hecho es esta la razón de que haya sido adoptado con rapidez en los países vecinos a los que primero lo adoptaron. Quedarse atrás tenía consecuencias no sólo económicas sino también militares (sus ejércitos quedaban rápidamente desfasados). También sociales, al desatarse migraciones masivas de la fuerza de trabajo atraída por las mejores condiciones laborales y sueldos que traía consigo el nuevo sistema económico.
Capitalismo e imperialismo
Soy consciente de que algunos de los países que adoptaron el capitalismo en primer lugar, como el Reino Unido, desarrollaron políticas imperialistas hacia el exterior y llegaron a dominar vastas extensiones de territorio por todo el mundo. Hoppe señaló en alguno de sus escritos que esto pudo ser una consecuencia no intencionada del capitalismo. Los estados basado en territorios en los que el capitalismo tomó forma fueron más ricos que los que los estados en los que este desarrolló no se dio.
Los estados con una base social capitalista pueden extraer más rentas de sus sociedades al ser estas más ricas y pueden, por tanto, disponer de más recursos y medios tecnológicos para poder conquistar otros territorios. Y esto a pesar de que el capitalismo no sólo no necesita de los imperios sino que estos no dejan de ser un lastre para la correcta evolución del mismo. Como decía el viejo Schumpeter en su genial y olvidada Sociología del imperialismo, el impulso de dominación que caracteriza al imperialismo sería un impulso atávico en el ser humano. Y, de momento, el único sistema económico que ha conseguido suavizarlo sustancialmente es el propio del capitalismo de libre mercado.
Imperialismo y extensión de las ideas
No sólo ha mitigado tal impulso, sino que ha conseguido demostrar que se puede funcionar muy bien en una economía de este tipo, sin poseer ningún tipo de colonia o espacio dominado. Funciona aún mejor sin ellas. Pero dejando este argumento, podría decirse que el imperialismo llevó consigo el sistema capitalista a los pueblos dominados por la fuerza. Como apuntamos en el artículo anterior, el capitalismo es más una tecnología mental que un artefacto material. Y, como toda idea, puede expandirse de muchas formas. Una de ellas es el imperio.
No soy partidario del imperialismo, pero este fue un hecho del pasado y sus consecuencias, la mayoría de ellas negativas, no se pueden borrar de la experiencia humana. El imperialismo también llevo consigo el método científico, los idiomas imperiales y las formas de registrar al pueblo colonizado. También pesos y medidas y muchos otros hábitos y costumbres propios de la metrópoli.
El capitalismo sobrevive en las ideas
El capitalismo, al menos tal y como nosotros lo entendemos, fue uno más de otros hábitos mentales, peor que en determinados pueblos de la tierra, como en algunos territorios del sudeste asiático, fue rápidamente adoptado, quizás porque contaban entre sus hábitos culturales formas semejantes, quizás menos desarrolladas. Que haya sido llevado a la fuerza no lo invalida, como no lo hace con otras formas y prácticas culturales, aunque no sea la mejor forma de llevarlo a cabo.
Esta digresión viene a cuento porque, sea de una forma pacífica o violenta, las técnicas del capitalismo están ahora presenten en la mayor parte de los países de la tierra. Y, salvo que se eliminen de una forma total, algo muy difícil por cierto, seguirán existiendo. Y tendrán capacidad de transmitirse, aunque sean en una única región o en un único país. El que las conserve, aún en un mundo poblado por ideas socialistas o pre o postcapitalistas, contará sin duda con una gran ventaja. Salvo, claro está, que se invente alguna fórmula económica mejor, que de momento no hay indicios de que haya sido ni siquiera teorizada.
Capitalismo con pocos recursos
Queda expuesto que el el capitalismo no necesita desarrollarse a nivel mundial para poder existir, no lo necesitó en el paso ni lo necesitaría en el futuro. Ahora cabe discutir lo que acontecería en el caso de una grave crisis económica o de disponibilidad de recursos económicos necesarios, como apuntan algunos colapsistas. Lo que acontecería entonces sería bien una situación de escasez de capital o bien de los insumos necesarios. Esto conllevaría una menor producción de bienes y servicios. Pero bajo ningún concepto una crisis del capitalismo como idea.
El capitalismo puede funcionar en escalas inferiores a la del mundo entero, así fue y en buen medida sigue siendo. Del mismo modo, el capitalismo puede funcionar perfectamente con menos capital y menos recursos. Simplemente, el nivel de vida sería más bajo y habría que recomenzar, como ocurre después de una guerra o una catástrofe, a un nivel más bajo que el de antes. Se sufrirán penalidades hasta lograr alcanzar el nivel de vida anterior.
Sin electricidad ni petróleo
En los comienzos del capitalismo la cantidad de capital disponible era raquítica, pues no se había dado aún el proceso de acumulación que nos permite mantener nuestro actual nivel de vida. Tampoco había, ni mucho menos, la cantidad de recursos de los que disponemos hoy. Estos fueron descubriéndose a medida que avanzaba el proceso capitalista. Los primeros capitalistas solo disponía de madera, carbón y algo de viento y agua para los molinos.
Esto es, la revolución capitalista comenzó y se desarrolló sin electricidad ni combustibles derivados del petróleo. Estas fuentes ólo pudieron tener uso industrial casi cien años después desde que comenzó el proceso de capitalización. En aquellos momentos, la cantidad disponible era de cero unidades. No se sabía ni como extraerlo, ni cómo transportarlo, ni mucho menos cómo transformarlo en un combustible útil. Fue el proceso de capitalización el que con el tiempo descubrió como hacer uso de los recursos y los convirtió en baratos y abundantes auxiliares de la industrialización.
La permanencia de la tecnología
Se nos puede afirmar que un futuro capitalista no podría contar con ellos, al estar estos agotados. Y que esa carencia sea una de posibles causas del colapso del capitalismo. Cabría contra-argumentar que no está para nada probado el agotamiento de los recursos que hoy en día consumimos. Pero aún siendo así el capitalismo podría perfectamente funcionar como en el siglo XIX. Con un nivel más bajo de producción, pero con toda la tecnología y conocimiento acumulada durante siglos. Ello nos permitiría descubrir nuevos recursos o explotar formas conocidas, pero hoy no usadas, de obtener energías.
Porque ningún escrito colapsista dice que las tecnologías que sustentan el capitalismo tendrían que desaparecer con él, en caso de este implosionase. Es cierto que algunos pueblos o tribus de pequeñas dimensiones perdieron tecnologías por desaparición física de los expertos. Y por la carencia de registros escritos o electrónicos, como le aconteció a los esquimales con la fabricación de algunos aperos de pesca. Pero nada indica que nuestras bibliotecas o archivos tuviesen que colapsar también. Se podría recuperar el saber acumulado. Es más, el colapsismo hace un buen servicio, al advertir de estos peligros para poder tenerlos en cuenta. Favorecería la descentralización de la acumulación de técnicas y conocimientos. Su papel es también impagable a la hora de pensar y analizar el proceso capitalista, por lo que espero que sigan produciendo buenos textos y haciendo preguntas pertinentes.