Por Steve Hanke y Matt Sekerke
Desde el desmantelamiento del régimen de convertibilidad, el valor del peso argentino ha caído desde el equivalente a un dólar estadounidense a la décima parte de un centavo. Los argentinos han captado la indirecta, acumulando unos 265.000 millones de dólares (billones en inglés) en efectivo y depósitos bancarios en el exterior y evitando el peso. Una propuesta del candidato presidencial Javier Milei de oficializar el cambio de pesos por dólares pareciera ser un paso obvio.
Pero cada vez que la dolarización es sugerida en los círculos políticos, se ofrece una sarta de excusas técnicas oponiéndose a ella. Estas excusas son débiles e irrelevantes y no deberían interponerse en el camino hacia una dolarización oficial de la economía argentina. Aquí ofrecemos una sucinta refutación de algunos de los argumentos más comunes.
La banca central es superior a la dolarización. La política de estabilización del banco central puede funcionar en un pizarrón, pero no está preparada para el éxito en la Argentina. Más allá de los diez años del sistema de convertibilidad, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) no ha sido una institución favorable a la estabilidad de la economía argentina. Aunque en alguna parte pueda estar aguardando un banquero central extraordinariamente talentoso, la banca central argentina siempre tendrá que enfrentarse a la falta de austeridad fiscal, unos mercados financieros nacionales poco desarrollados y a la falta de voluntad del público de mantener efectivo en pesos y saldos bancarios denominados en esa moneda. Esta combinación ha sido el beso de la muerte para la banca central.
El sistema bancario no está listo para la dolarización. Llevar a cabo operaciones comerciales en varias divisas es un quebradero de cabeza para los bancos argentinos. La dolarización sería buena para las empresas, ya que alentaría a los argentinos a depositar sus tenencias de dinero en efectivo e incrementaría la utilización del sistema bancario. Los extranjeros también estarían más inclinados a mantener saldos denominados en dólares en los bancos argentinos. Aunque el sistema bancario perdería al BCRA como prestamista de última instancia, las nuevas conexiones con el sistema financiero internacional basado en el dólar ofrecerían más oportunidades a los bancos solventes a fin de administrar su liquidez.
Primero hay que arreglar las finanzas públicas. La indisciplina del gobierno argentino ciertamente no ayuda en absoluto. No obstante ello, eliminar la capacidad del gobierno para financiar sus déficits a través del BCRA es una forma fantástica de fomentar la disciplina fiscal. La planificación financiera se tornará mucho más fácil cuando las tasas de interés y la inflación bajen de tasas anualizadas de tres dígitos a uno. La eliminación de los incentivos cambiarios para que los argentinos trasladen su riqueza a paraísos fiscales y fuera del sistema bancario facilitará el cumplimiento de las obligaciones tributarias. Y los mercados internacionales de capitales estarán dispuestos a conceder préstamos en condiciones mucho mejores en dólares estadounidenses que en pesos argentinos. La dolarización puede ser un catalizador útil para sanear las finanzas del gobierno.
¿Cómo responderá una economía dolarizada a las crisis comerciales? Si Argentina sólo se enfrentara a crisis en los términos de intercambio, estaría en una situación mucho mejor que la actual. El impacto económico de los shocks de política monetaria y fiscal empequeñece el impacto del comercio internacional. Tampoco es evidente que grandes porcentajes del comercio argentino se encuentre facturado en pesos, o que la demanda internacional de exportaciones argentinas sea fuertemente elástica al precio. Ofrecer a los socios comerciales la posibilidad de mantener saldos denominados en dólares en Argentina eliminará también tensiones en la balanza de pagos del país.
¡Pero la dolarización no es técnicamente posible! Tonterías, claro que lo es. El efectivo en pesos en manos del público es el único pasivo monetario que debe ser redimido en dólares. El BCRA tiene dólares más que suficientes para redimir los pesos en efectivo en circulación, y en la medida en que los argentinos estén dispuestos a volver a depositar efectivo en el sistema bancario, la tarea del BCRA se vuelve aún más sencilla. Todos los demás pasivos monetarios en pesos en el BCRA y dentro del sistema bancario pueden simplemente pasar a ser denominados en papel; no se necesitan fondos en dólares para su liquidación.
Las economías de California y Nueva York son ambas mayores que la de Argentina. A pesar de un tipo de cambio fijo y una movilidad limitada de los factores, comercian entre sí sin dificultad. Y aunque los dos estados pueden tener problemas de déficits, ninguna persona razonable sugeriría que cada uno precisa de un banco central para aumentar la flexibilidad fiscal del estado. Sin embargo, los economistas entrenados para mirar a través de los "detalles institucionales" a fin de ver el meollo de la cuestión se confunden fácilmente cuando un socio comercial es un Estado soberano.
La dolarización en Argentina no sólo es factible, sino deseable. A pesar de que las restricciones fiscales impuestas por la dolarización pueden ser una fuente de consternación para los políticos argentinos, son un pequeño precio a pagar por la estabilidad monetaria que ha eludido el país durante todo el siglo XXI y la mayor parte del XX.
Traducido por Gabriel Gasave
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Johns Hopkins University de Baltimore (Maryland) e Investigador Asociado Senior del Independent Institute de Oakland, California. Como principal asesor del presidente Milo Dukanovic, Hanke diseñó e implementó la "dolarización" de Montenegro en 1999 y fue asesor del ministro de Economía y Finanzas del Ecuador cuando se dolarizó en 2000. Asesoró al presidente argentino Carlos Menem de 1989 a 1999.
Matt Sekerke es asociado en el Johns Hopkins Institute for Applied Economics, Global Health, and the Study of Business Enterprise y consejero macroeconómico senior en la firma Hiddenite Capital Partners.