Por Miguel Anxo Bastos Boubeta
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La victoria electoral de Javier Milei en la Argentina ha colocado al mundo libertario, y muy especialmente a los ancap, en una situación inédita. Van a comprobar si sus medidas pueden o no ser llevadas a cabo desde una posición de gobierno. Por supuesto, se han abierto muchos debates al respecto. Los más posibilistas ven con buenos ojos el desmantelamiento de buena parte del aparato estatal desde el interior. Los más ortodoxos ven tal misión no sólo como imposible sino incluso como contraproducente.
Esta última postura afirma que el previsible fracaso de muchas de las medidas adoptadas por el nuevo presidente argentino afectará al movimiento. Se asociará con él los hipotéticos malos resultados. Ello reforzará la postura de los críticos que enfatizarán una vez más en el utopismo de nuestras medidas o en su inviabilidad. Todo ello sin contar con que el presidente se reclama públicamente como ancap. Y yo creo que él por lo menos sí tiene interiorizada esta postura. Pero muchas de las medidas que está adoptando claramente no lo son, ni siquiera minarquistas, aunque si serían válidas para un liberal clásico convencional.
El programa de Javier Milei no es el del anarcocapitalismo
Es necesario por lo tanto distinguir el programa de Milei de un programa anarcocapitalista. Ese programa no se puede dar por vías políticas, sino que requiere de mucha paciencia y tiempo. Y sobre todo de una población, o por lo menos una parte sustancial de la misma, formada en estos principios y con voluntad de construirlos desde abajo. De la misma forma en que los constructores de catedrales sabían que muy probablemente no las verían terminadas, el ancap actual debe saber que tampoco verá en vida una sociedad de este tipo. Este debería ser su mérito y su satisfacción sólo debe ser la de contribuir a construirla. Pero para nada esto resta valor a la labor del presidente Milei.
Primero porque contribuye a difundir el ideario, por lo menos en su aspecto teórico. Nunca antes de ahora los viejos economistas austríacos como Mises o los austrolibertarios de la escuela rothbardiana habían sido tan conocidos y discutidos. De hecho, ya comienzan a aparecer libros y ensayos académicos críticos con estas ideas. Ello prueba de que ya se ha pasado a un estadio en el que es necesaria la refutación. Y eso es buena cosa, pues los críticos se ven obligados a estudiar seriamente nuestras ideas, más allá del cliché. A su vez, nosotros podemos aguzar nuestros argumentos atendiendo a sus críticas, o corregirlos si fuese pertinente.
Posibles lecciones del gobierno de Javier Milei
El primer paso para construir una futura sociedad sin estado es que exista un grupo consciente y bien formado en nuestras ideas. Así, podrá difundirlas y prever los problemas que puedan surgir. Este grupo de personas constituirán los cuadros necesarios para ensayar propuestas a pequeña escala y para defenderlas de sus críticos a nivel más amplio que el actual. También las hará pervivir en el tiempo. Las políticas de Milei pueden traer alguna confusión sobre el ideario. Pero un debido conocimiento puede ayudar a diferenciar lo que tiene de coyuntural y pragmática la acción de gobierno de los verdaderos principios rectores.
El gobierno de Javier Milei puede servir para otra cosa. Podemos observar en qué medida los medios políticos, esto es el juego electoral democrático, puede servir para implantar determinadas medidas. Y comprobar las posibles resistencias que estas pueden tener, tanto a nivel popular como sobre todo en el ámbito del propio estado. O mucho me equivoco, o es muy improbable que los actores estatales accedan a reducir el alcance de su poder sin presentar resistencia. Es la excepción que lo que pierdan por un lado puedan ganarlo por otro.
La resistencia de los intereses creados
Ya comentamos en artículos anteriores que el estado no sólo está compuesto por los actores políticos, los que surgen del proceso democrático. Existen otros actores que forman su núcleo duro, desde los jueces a los actores económicos, que obtienen rentas asociándose a él. El gobierno de Milei es también una ocasión de oro para que estos sean visibles. Para que podamos comprender sus modos de operar y cuáles son sus verdaderos recursos. Porque si una cosa está clara es que de una forma u otra pronto van a manifestar su presencia. De momento estamos viendo cómo los jueces de la corte laboral ya han paralizado su reforma en estos ámbitos. También estamos viendo cómo sectores económicos beneficiarios de regulaciones ya están haciendo ver. Tienen el apoyo de sectores políticos afines.
Sectores conservadores
En el ámbito de la política, el primer desafío va a ser el de luchar contra las propias fuerzas y las aliadas. Javier Milei para gobernar tuvo que pactar con miembros de la vieja política. Se trata del centro derecha de Macri y Bullrich y con sectores peronistas de “derecha”. Además, claro está de conformar un partido propio, La Libertad Avanza, con elementos de la derecha argentina no necesariamente de raiz libertaria o siquiera liberal.
Todo parece apuntar a que Javier Milei para preservar el componente libertario de su programa económico tuvo que sacrificar elementos de esta corriente en otros aspectos de la vida política. Así ha sido en el caso del poder policial o militar o la lucha contra las drogas. Aquí, el pensamiento liberal argentino es bastante claro. Sólo hay que leer el libro de profesor Benegas Lynch, uno de sus mentores más respetados, La tragedia de la drogadicción. Ahí comprobamos cuál es la postura de los liberal-libertarios argentinos sobre este tema. No es la que parece defender el gobierno de Milei, quizás como concesión a sus socios más conservadores.
Abrir las puertas del infierno
Todo apunta a que el poder del estado, si bien se reducirá en el ámbito económico, pude verse reforzado en los ámbitos más duros. La tentación está ahí y la propuesta de que le parlamento le delegue poderes legislativos durante un tiempo es una señal de ello. Es cierto que el presidente argentino quiere hacer reformas liberalizadoras. Es muy probable que encuentre resistencias en otros ámbitos del estado. Pero también lo es que la idea de habilitación legislativa y del uso del decreto no es nueva en la Argentina. Ya Néstor Kichner hizo uso abundante de ella.
Pero este tipo de legislación tiene precedentes inmediatos en la Venezuela de Hugo Chavez. Sin pretender para nada equipararlos, también lo tiene en la legislación habilitante ideada por el jurista del Reich, Carl Schimtt. El abrir este tipo de puertas para el bien también implica que un ulterior gobernante podría usarla para otros fines. Lo que muy probablemente estamos viendo es que Milei a cambio de tolerancia en sus reformas económicas, que para él parecen prioritarias, está dispuesto a ceder poder a otras fuerzas operantes dentro del aparato estatal aliadas a sectores de su propio partido. No quiero con esto criticarlo, sólo apuntar a que conseguir reformas en un sector prioritario de la vida social bien puede implicar cesiones en otro. Son los riesgos de intentar hacer reformas mediante medios políticos.
El caso de la regulación de la pesca
Aparte de las dinámicas de poder dentro de su propio partido el presidente argentino tendrá que lidiar con fuerzas aliadas pero de otros partidos que, si bien no han ganado las elecciones, sí que cuentan con apoyos en el Congreso y el Senado. Tienen, así mismo, gobernadores y alcaldes con apoyos territoriales. Aquí las cesiones ya tendrán que ser de otra índole. Aunque contrarios al peronismo hasta ahora imperante, no están imbuidos de su visión libertaria de mercado. Son una versión menos radical y más sensata del modelo económicos peronista.
Un debate que surgió recientemente en Galicia acerca de las nuevas políticas pesqueras propuestas por el nuevo gobierno lo pueden ilustrar bien. Sintetizando, Javier Milei en su decreto ómnibus propone subastar los derechos de pesca al mejor postor y abandonar la política de preferencia nacional en la pesca hasta ahora imperante. Esta política consistía en deducciones fiscales en los impuestos a la exportación a las industrias que transformasen el producto de la pesca en el territorio argentino. También se basa en la prohibición de capturas a empresas que no estuviesen radicadas allí. Muchas multinacionales de la pesca, varias de ellas gallegas, aceptaron el marco regulatorio, constituyeron sociedades en Argentina y establecieron plantas de procesado en el litoral.
Los intereses filtrados en los partidos
El nuevo marco regulatorio y fiscal las afecta negativamente. Ven cómo sus inversiones en plantas de procesado pueden quedar sin valor. Al tiempo, los sindicatos de tripulantes argentinos ven cómo su preferencia nacional también se esfuma. Quedarán sometidos a la competencia con tripulaciones de otros países, muy probablemente asiáticas. Estos actores hicieron presión sobre los gobernadores de las provincias, varios de los cuales pertenecen al partido de Macri y Bullrich. Y éstos se negaron a apoyar el decreto de Javier Milei. Además, anunciaron acciones parlamentarias contra el mismo.
En el momento de escribir esto no se sabe aún como terminará el conflicto, pero sólo es un ejemplo de lo difícil que es desmantelar un marco de regulaciones que tiene beneficiarios bien organizados políticamente y concentrados territorialmente (lo que facilita su actuación concertada) y es prueba de lo que muchas veces hemos expuesto de anarquía dentro del propio gobierno y de la coalición dominante. Es muy probable que el conflicto de la pesca no sea el único y podría extenderse perfectamente a otros sectores regulados.
Por supuesto además de las disputas de poder internas a la coalición de gobierno habría que contar con los conflictos con los actores políticos de la oposición, principalmente el hoy desnortado peronismo, y sus organizaciones afines, sean sindicatos o organizaciones sociales, lo mismo que con los otros actores del aparato estatal. Pero esto lo dejaremos para un artículo futuro en el que ya podamos ir comprobando los efectos de las medidas del nuevo presidente, al que deseamos suerte y veremos si triunfa la ética de la convicción o la de la responsabilidad, por seguir la vieja distinción de Max Weber.